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Segundo Domingo del Tiempo Ordinario

Description

Domingo 14 de Enero, 2024

 

Segundo Domingo del Tiempo Ordinario

 

Vengan y vean”

 

Nosotros también somos llamados

 

Saludo (Ver Segunda Lectura)

Sus cuerpos son miembros del Cuerpo de Cristo.

Todo el que se une al Señor forma un solo espíritu con él.

Utilicen su cuerpo para la gloria de Dios.

Que Jesús, el Señor, esté siempre con ustedes.

 

1. “Vengan y vean”

Nosotros, los cristianos, ¿hemos encontrado realmente al Señor? Desde luego que sí; creemos en él, le pedimos, oímos su mensaje proclamado domingo tras domingo, y quizás hemos leído en privado el Evangelio; pero nuestro encuentro con el Señor en persona debería afectarnos mucho más profundamente. Solamente así puede nacer y desarrollarse una profunda comprensión, una relación afectuosa e íntima con él y un sentido real de nuestra misión en la vida. “Vengan y vean”, nos dice. Aceptemos su invitación a ir y ver lo que él nos ofrece y también lo que nos pide. Él está aquí con nosotros en la Eucaristía. Pidámosle que nos muestre dónde vive, quién es y qué espera de nosotros.

 

2. Nosotros también somos llamados

Aun antes de que pudiéramos conocerlo, Dios nos llamó por nuestro nombre al ser bautizados. Nos llamó a ser sus hijos e hijas y nos dio a cada uno de nosotros una tarea en la Iglesia. La vocación no se restringe sólo a sacerdotes y monjas, sino que hay un llamado dirigido a todos nosotros. Este llamado nos llegó no sólo una vez, cuando nos hicimos hijos de Dios en el Bautismo. Dios sigue llamándonos día tras día a vivir como hijos suyos y a trabajar por su Reino. Las lecturas que escucharemos en esta celebración eucarística son Palabra de Dios y llamado para nosotros hoy. El sacrificio que ofrecemos con Jesús nuestro Señor nos compromete a responder generosamente al llamado de amor de Dios.

 

Acto Penitencial

¡Si hubiéramos prestado mayor atención

a la Palabra y al llamado del Señor…!

Le pedimos ahora perdón.

(Pausa)

Señor Jesús, tú nos hablas

cuando dejas que tu Espíritu nos mueva

a hacer lo que es bueno y justo para los hermanos.

Danos la gracia de escuchar tu voz.

R/Señor, ten piedad de nosotros.

 

Señor Jesucristo, tú nos hablas

cuando nuestros pastores y profetas nos recuerdan

cómo podemos servirte a ti y a nuestro prójimo.

Danos la gracia de escuchar tu voz.

R/Cristo, ten piedad de nosotros.

 

Señor Jesús, tú nos hablas cuando la gente apela

a nuestro sentido de justicia, misericordia o compasión.

Danos la gracia de escuchar tu voz.

R/ Señor, ten piedad de nosotros.

 

Perdónanos, Señor, por haber prestado oídos sordos

cuando nos has hablado.

Haz que estemos dispuestos a escucharte

y llévanos a la vida eterna.

 

Oración Colecta

Oremos para que estemos siempre abiertos

a la Palabra y el llamado de Dios.

(Pausa)

Padre bondadoso:

Tú nos conoces y nos llamaste por nuestro nombre

aun antes de que pudiéramos conocerte y amarte.

Queremos oír y prestar atención a tu Palabra

para seguir a Jesús, tu Hijo.

Que él llegue a ser íntimo y familiar a nosotros,

para que aprendamos de él

a vivir para ti y para nuestros hermanos.

Ayúdanos a vivir con él y en él,

pues es nuestro Señor y Salvador

por los siglos de los siglos.

 

Primera Lectura: 1 Samuel 3,3b-10.19: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”

El joven Samuel responde a la misteriosa llamada de Dios para entregarse enteramente a su servicio.

En aquellos días, Samuel estaba acostado en el santuario del Señor, donde estaba el arca de Dios. 4El Señor llamó: “¡Samuel, Samuel!” Y éste respondió: “¡Aquí estoy!” 5Fue corriendo adonde estaba Elí, y le dijo: “Aquí estoy; vengo porque me has llamado”. Elí respondió: “No te he llamado; vuelve a acostarte”. 6Samuel fue a acostarse, y el Señor lo llamó otra vez. Samuel se levantó, fue a donde estaba Elí, y le dijo: “Aquí estoy; vengo porque me has llamado”. Elí respondió: “No te he llamado, hijo; vuelve a acostarte”. 7Samuel no conocía todavía al Señor; aún no se le había revelado la Palabra del Señor. 8El Señor volvió a llamar por tercera vez. Samuel se levantó y fue a donde estaba Elí, y le dijo: “Aquí estoy; vengo porque me has llamado”. Elí comprendió entonces que era el Señor quien llamaba al niño, 9y le dijo: “Anda, acuéstate”. Y si te llama alguien, dices: “Habla, Señor, que tu servidor escucha”. Samuel fue y se acostó en su sitio. 10El Señor se presentó y lo llamó como antes: “¡Samuel, Samuel!” Samuel respondió: “Habla, que tu servidor escucha”. 19Samuel crecía, y el Señor estaba con él; ninguna de sus palabras dejó de cumplirse.

 

Salmo 40: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”

R. (8a y 9a) Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Esperé en el Señor con gran confianza;
él se inclinó hacia mí y escuchó mis plegarias.
El me puso en la boca un canto nuevo,
un himno a nuestro Dios.
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Sacrificios y ofrendas no quisiste,
abriste, en cambio, mis oídos a tu voz.
No exigiste holocaustos por la culpa,
así que dije: "Aquí estoy ".
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
En tus libros se me ordena
hacer tu voluntad.;
esto es Señor, lo que deseo
tu ley en medio de mi corazón.
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
He anunciado tu justicia
en la gran asamblea;
no he cerrado mis labios:
tú lo sabes, Señor.
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

 

Segunda Lectura: 1 Corintios 6,13c-15a.17-20: “Sus cuerpos son miembros de Cristo”

A los discípulos de Corinto, que viven en una ciudad portuaria con marcada inmoralidad sexual, San Pablo les dice: El cuerpo de ustedes es sagrado para Dios, ya que es templo del Espíritu Santo.

Hermanos: El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo. 14Y Dios, que resucitó al Señor, los resucitará también a ustedes con su poder. 15¿No saben que sus cuerpos son miembros de Cristo? 17El que se une al Señor, se hace un solo espíritu con él. 18Apártense de la fornicación. Cualquier pecado que el hombre comete queda fuera del cuerpo, pero el que fornica peca contra su cuerpo. 19¿No saben que su cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que han recibido de Dios y habita en ustedes? De modo que no se pertenecen a sí mismos, 20sino que han sido comprados a un gran precio, por tanto, glorifiquen a Dios con sus cuerpos.

 

Aclamación antes del Evangelio

Cfr Jn 1, 41. 17
 
R. Aleluya, aleluya.
Hemos encontrado a Cristo, el Mesías.
La gracia y la verdad nos han llegado por él.
R. Aleluya.

 

Evangelio: Juan 1,35-42: Vieron donde vivía y se quedaron con él

Dos discípulos de Juan se encuentran con Jesús y él los llama a quedarse con él. En cuanto lo conozcan mejor, lo seguirán.

En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos. 36Viendo pasar a Jesús, dice: “Ahí está el Cordero de Dios”. 37Los discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús. 38Jesús se volvió y, al ver que le seguían, les dice: “¿Qué buscan?” Respondieron: “Rabí –que significa maestro–, ¿dónde vives?” 39Les dice: “Vengan y vean”. Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Eran las cuatro de la tarde. 40Uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús era Andrés, hermano de Simón Pedro. 41Andrés encuentra primero a su hermano Simón y le dice: “Hemos encontrado al Mesías –que traducido significa Cristo–“. 42Y lo condujo a Jesús. Jesús lo miró y dijo: “Tú eres Simón, hijo de Juan; te llamarás Cefas –que significa Pedro–“.

 

Oración de los Fieles

En el Bautismo, Dios nuestro Padre nos ha llamado a vivir para Dios y para los hermanos. Pidamos a nuestro Padre del cielo que sepamos responder siempre a su llamado en las circunstancias concretas de nuestra vida, y digamos: R/ ¡Habla, Señor, que tus siervos y siervas escuchan!

  • Por los que han sido llamados en la Iglesia a dirigir al pueblo de Dios, para que tengan el valor de difundir el evangelio de Jesucristo hasta los confines de la tierra, sin componendas y sin temor, roguemos al Señor.
  • Por los que buscan sinceramente a Dios. para que el Señor ilumine sus mentes y mueva sus corazones a aceptarlo y amarlo, inspirados por la vida de otros cristianos entregados a la causa de Jesús, roguemos al Señor.
  • Por los que tienen responsabilidad sobre otros a través de sus puestos de liderazgo. Para que promuevan la justicia y el amor entre sus encomendados y para que sean abiertos y accesibles al pueblo en sus necesidades reales, roguemos al Señor.
  • Por todos nosotros. Para que reconozcamos la voz de Cristo en los que nos suplican en su pobreza y en sus dificultades, roguemos al Señor.
  • Por esta nuestra comunidad reunida en torno a la Palabra y a la Eucaristía del Señor. Para que sepamos escuchar su voz como un llamado comprometedor y encontremos en esta mesa eucarística la fuerza para ayudarnos unos a otros en nuestro caminar hacia Dios, roguemos al Señor.

Oh Padre del cielo, te pedimos que, cuando nos llamas en los acontecimientos de la vida diaria, tu Santo Espíritu no dé la actitud interior y la fortaleza para decir: “Señor, aquí estoy. Estoy dispuesto a hacer tu voluntad”, unidos a Jesucristo nuestro Señor.

 

Oración sobre las Ofrendas

Oh Padre del cielo:

Tú nos has llamado a todos,

tanto a santos como a pecadores,

al banquete de tu Hijo.

Con él te ofrecemos nuestra buena disposición

para llevar a cabo en la vida diaria

las tareas que nos encomiendas.

Que tu Hijo nos dé valor

para ser tu nuevo Pueblo

y abrirnos a las inspiraciones de tu Amor.

Te lo pedimos en el nombre de Jesús, el Señor.

 

Introducción a la Plegaria Eucarística

Nos unimos ahora a Cristo en su alabanza al Padre. Como Pueblo de Dios y Cuerpo místico de Cristo, transformémonos en signos de su Amor salvador para todos.

 

Invitación al Padre Nuestro

Con las palabras de Jesús

pedimos a nuestro Padre del cielo

que sepamos responder siempre a su Amor

buscando y cumpliendo su voluntad.

R/ Padre nuestro…

 

Líbranos, Señor

Líbranos, Señor, de todos los males,

y danos tu paz, tan necesaria en nuestros días.

Haz que estemos atentos a cada llamado

que venga de ti o de cualquier hermano que nos suplique.

Líbranos de todo pecado,

ya que destruye nuestra dignidad

de ser tus hijos y tu viva imagen.

Sé nuestra fuerza en las pruebas y tentaciones

y llévanos con esperanza y alegría

a la venida gloriosa

de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.

R/Tuyo es el Reino…

 

Invitación a la Comunión

Éste es Jesucristo, el Cordero de Dios

que quita el pecado del mundo.

Vengan y vean qué bueno es el Señor:

Dichosos los que confían en él.

R/ Señor, no soy digno…

 

Oración después de la Comunión

Oh Padre amoroso:

Te ha parecido bien

que nos encontremos con Jesús, tu Hijo,

en la Palabra, en el llamado que él nos ha dirigido

y en el Pan de sí mismo que ha partido para nosotros.

Te damos gracias por confiar tanto en nosotros,

a pesar de nuestra debilidad;

por habernos amado y llamado por nuestro nombre

para ser para todos

signos de tu bondad y de tu constante misericordia.

Querríamos que todo lo que decimos y hacemos

fuera una agradecida respuesta de amor a ti.

Concédenoslo en nombre de Jesús, el Señor.

 

Bendición

Hermanos: En esta eucaristía nos hemos encontrado con el Señor. Hemos escuchado su voz que nos llama a ser la comunidad de su Iglesia. Cada uno de nosotros tiene sus dones propios para responder a ese llamado. Para que podamos hacerlo así, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros y permanezca para siempre.

 

«La Palabra del Señor era rara en aquel tiempo» (1Sm 3,1b). Estas palabras, que anteceden la perícopa de la primera lectura, adquieren vigor en contextos donde la manipulación y la tergiversación de la Palabra no permiten comprender el querer de Dios para nosotros. En sociedades donde el mensaje que va al inconsciente colectivo es “Consuma, luego exista”, se torna complejo escuchar que Dios nos llama a ser cuidadores y no depredadores de la vida de los empobrecidos y del planeta. Las llamadas del Señor acontecen en la conciencia de la persona. Samuel sintió un llamado y, con la ayuda de Elí, pudo discernir y descubrir su vocación. Al entrar en comunión con el querer de Dios, adquiere la sabiduría necesaria que lo transforma en su mensajero. La llamada será a una misión dedicada a aliviar el dolor y el sufrimiento de toda forma de vida, de todo lo creado, y también una invitación a reavivar la Esperanza.

En el Evangelio, Juan el Bautista cumple la misión de precursor y profeta reconociendo a Jesús no sólo continuador del proceso liberador del Pueblo sino como aquel capaz de entregar la vida hasta las últimas consecuencias. Señalar a Jesús como «Cordero de Dios» da a entender el sentido sacrificial y no exitoso, en términos humanos, de este mesianismo.

Este proceso de llamado y seguimiento, de discipulado, se actualiza en nosotros hoy. 1) Jesús también hace la misma pregunta a cada creyente: «¿Qué buscas?». La respuesta más sincera seguro la tendremos luego de las mil y una vueltas que damos para seguirle con sincero corazón. 2) En el camino creyente hecho con gradualidad y madurez ha de surgir la pregunta: “Maestro, ¿dónde vives?”. Si estamos verdaderamente atentos, reconoceremos dónde y con quiénes permenece en el escenario mundial. 3) Cuando Jesús invita a ubicarlo, desubica. Seguro que, como en su tiempo, su lugar no está en los templos. Jesús habita en los corazones humildes y sencillos que se disponen a cuidar, como él, de la vida de los últimos.

La llamada es constante y permanece abierta a la espera de una decisión. La hora del encuentro, la hora décima, las cuatro de la tarde, nos habla de un día que todavía da de sí, pero que empieza a declinar: tenemos tiempo para seguir, interrogar, ver y permanecer con el Maestro. Ojalá abracemos esa oportunidad que nos regalan Dios y la vida. “Es tarde, pero es nuestra hora”, nos dijo Pedro Casaldáliga en una sus palabras de sabiduría. Dejemos de procrastinar o será de noche. Que el encuentro con Jesús en nuestro entorno resignifique el sentido de nuestra vida y vocación.

 

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