Liturgia viva

El calendario litúrgico anual

En viento y en tormenta

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Martes 2 de Julio de 2024 

 

Decimotercera Semana en Tiempo Ordinario

 

En viento y en tormenta

 

Oración Colecta

Señor Dios nuestro:

Tu Hijo Jesucristo calmó nuestras vacilaciones

con palabras de reprensión:

“¿Por qué tienen ustedes miedo,

hombres de poca fe?”

Haz que esa débil fe crezca robusta en nosotros.

Cercióranos plenamente

de que tú estás con nosotros en tu Creación,

en la oscuridad y en la noche,

en el viento huracanado y en la tormenta,

incluso en las profundidades de la muerte;

porque tú eres el Dios que dijo:

“Yo soy el que soy; y estoy ahí para ustedes”,

ahora y por los siglos de los siglos.

 

Primera lectura: Amós 3,1-8; 4,11-12: "Prepárate a encararte con tu Dios"

A través del profeta, Dios advierte la llegada del castigo, a consecuencia de las obras aborrecibles de su Pueblo. Pero afirma también que sus profetas seguirán llamando a la conversión y que a nadie se le negará el don de profecía para la salvación de los que quieran escucharlos.

 

Escuchen estas palabras
que el Señor les dirige a ustedes, hijos de Israel,
y a todo el pueblo que hizo salir de Egipto:

“Sólo a ustedes los elegí
entre todos los pueblos de la tierra,
por eso los castigaré con mayor rigor
por todos sus crímenes.

¿Acaso podrán caminar dos juntos, si no están de acuerdo?
¿Acaso no ruge el león en la selva, cuando tiene ya su presa?
¿Lanza su rugido el cachorro de león desde su cueva,
si no ha cazado nada?
¿Cae el pájaro al suelo, sin que se le haya tendido una trampa?
¿Se levanta del suelo la trampa, sin que haya atrapado algo?
¿Se toca la trompeta en la ciudad, sin que se alarme la gente?
¿Hay alguna desgracia en la ciudad, sin que el Señor la mande?
Ciertamente el Señor no hace nada
sin revelar antes su designio a sus profetas.
Pues bien, ya ha rugido el león, ¿quién no tendrá miedo?
El Señor Dios ha hablado, ¿quién no profetizará?

Los he destruido a ustedes como a Sodoma y a Gomorra;
han quedado como un tizón sacado del incendio
y no se han vuelto a mí, dice el Señor.

Por eso te voy a tratar así, Israel,
y porque así te voy a tratar,
prepárate, Israel, a comparecer ante tu Dios”.

 

Salmo Responsorial

Salmo 5, 5-6. 7-8

R. (9a) Enséñame, Señor, tu santidad.
Tú no eres, Señor, un Dios al que pudiera
la maldad agradarle,
ni el malvado es tu huésped
ni ante ti puede estar el arrogante. R.
R. Enséñame, Señor, tu santidad.
Al malhechor detestas,
y destruyes, Señor, al embustero;
aborreces al hombre sanguinario
y a quien es traicionero. R.
R. Enséñame, Señor, tu santidad.
Pero yo, por tu gran misericordia,
entraré en tu casa,
y me postraré en tu templo santo
con reverencia de alma. R.
R. Enséñame, Señor, tu santidad.

 

Aclamación antes del Evangelio

Sal 129, 5

R. Aleluya, aleluya.
Confío en el Señor,
mi alma espera y confía en su palabra.
R. Aleluya.

 

Evangelio: Mateo 8,23-27: Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma

Tenemos que reconocer la presencia del Señor y seguir confiando en él cuando las tormentas rugen dentro de nosotros y a nuestro alrededor, en nuestro mundo, y nos amenazan con tragarnos y hacernos gritar: “Señor, ¿dónde estás?” Los vientos de cambio también pueden ser como ruidosos huracanes que sacuden la barca de la Iglesia antes de que podamos alcanzar las aguas tranquilas de una Iglesia renovada. El Señor está ahí; no deberíamos tener miedo.

En aquel tiempo, Jesús subió a una barca junto con sus discípulos. De pronto se levantó en el mar una tempestad tan fuerte, que las olas cubrían la barca; pero él estaba dormido. Los discípulos lo despertaron, diciéndole: “Señor, ¡sálvanos, que perecemos!”

Él les respondió: “¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?” Entonces se levantó, dio una orden terminante a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma. Y aquellos hombres, maravillados, decían: “¿Quién es éste, a quien hasta los vientos y el mar obedecen?”

 

Oración de los Fieles

  • Por la Iglesia de Jesucristo, para que su fe y amor no vacilen en las dificultades y tormentas de nuestro tiempo,
  • Por marineros y pescadores, para que el mar les sea tranquilo y apacible, y generoso en alimento; y por todos los que viajan por mar, para que puedan alcanzar su destino sanos y salvos,
  • Por nosotros mismos, para que nunca tengamos miedo, ya que sabemos con certeza que Jesús está con nosotros, y así nos mantengamos serenos y en paz,

 

Oración sobre las Ofrendas

Hemos preparado este pan y este vino

para acoger a tu Hijo

que se hace presente en medio de nosotros.

Que sepamos reconocer su presencia

y seguir fiándonos de él

en nuestros éxitos humanos.

Pero que ningún éxito, por grande que sea,

nos induzca a olvidar

que sin Jesús no podemos hacer nada,

y que este mundo es creación tuya

y que podemos ser totalmente humanos

solamente en Cristo Jesús,

que vive y vivirá contigo y con nosotros

por los siglos de los siglos.

 

Oración después de la Comunión

Padre de nuestro Señor Jesucristo:

¿En qué otro deberíamos confiar

sino en Jesús, nuestro Dios-con-nosotros?

Que él navegue con nosotros

para increpar y hacer frente a las olas

y enfrentarnos al corazón de la tormenta.

Que, cuando él está con nosotros,

aunque aparentemente dormido,

no tengamos miedo

de comprometernos con tu mar,

de remar mar adentro,

porque estamos seguros de que Jesús nos llevará

a tu puerto seguro de justicia y de paz,

él que vive y reina por los siglos de los siglos.

 

Bendición

 “¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?” Confiémonos de todo corazón al Señor. Con él podemos vencer todas las dificultades. Que Dios todopoderoso los bendiga, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

 

Tormenta en una taza de té

Debatamos: Yo digo: “¿Quién no tendría miedo en tal tormenta? ¿Acaso los discípulos no eran humanos?”

Tú dices: “Pero Jesús está en el barco con los discípulos. ¿Por qué tener miedo?”

Yo digo: “Pero está dormido. ¿Cómo lo sabe?”

Tú dices: “¿No está escrito: «Yo dormía, pero mi corazón estaba despierto»?” (Cant 5,2)

Yo digo: “Entonces debería haber hecho algo”.

Tú dices: “¡Él es el Verbo que creó el mundo!”

Yo digo: “Pero en el sueño, ¿no es silenciosa la Palabra?”.

 

¡Hombres de poca fe! ¿Por qué dudaron? Al final, todo resultó ser una mera tormenta en una taza de té (o una tempestad en una tetera, si lo prefieres). Porque, incluso en su sueño, sabe; incluso en su silencio, manda. Podemos estar tranquilos.

 

Aunque el silencio sientas

es Jesús el que acompaña

no temamos el mañana

ni tampoco a las tormentas.

 

Si Jesús está en la barca

puede que agite el viento

y en el preciso momento

es Él mismo quien te abraza.

 

 

 

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