Palabras de alegría y esperanza
Videos del P. Fernando Armellini
Video semanal destacado
* Voz original en italiano, con subtítulos en inglés, español & cantonés
También disponibles videos subtitulados y doblados los mismos lenguajes.
El presente texto es una transcripción del video preparado por el P. Fernando Armellini para este domingo.
Un buen domingo para todos. Situemos en su contexto el pasaje del Evangelio de hoy. Jesús vive un momento difícil, un momento de crisis; una crisis que pesa sobre buena parte de su vida pública. Sigue en Galilea y recordemos que desde el principio hubo allí oposición por parte de la autoridad religiosa. Los escribas y fariseos se dieron cuenta inmediatamente que estaban tratando con un subversor de las tradiciones, uno que estaba aplastando toda su catequesis. Lo consideraban un endemoniado, de acuerdo con Belcebú; un seductor del pueblo, un blasfemo porque hablaba de un Dios que también amaba a los pecadores. Luego, no observaba el sábado, no practicaba el ayuno. Por lo que no es de extrañar lo que nos dice el evangelista Marcos que desde el principio las autoridades religiosas decidieron quitarlo de en medio. Lo que ha ocurrido ahora es que incluso el pueblo se ha alejado de él. Lo dice el evangelista Juan: en cierto momento, la gente dijo, ‘el discurso que tú haces es duro’ = Σκληρός - ‘esclerós’ en griego (Jn 6,60). Es algo que si vas de golpe contra de esto sientes dolor, te despiertas como si chocamos con una columna mientras íbamos caminando tranquilos y nos ‘despertamos’. Las palabras de Jesús eran duras, el pueblo empezó a entender lo que Jesús propone y es un discurso duro porque se trata de dar vida; incluso la gente se aparta porque se dieron cuenta. Había sido un malentendido al que fueron por voluntad propia pero cuando comprendieron lo que Jesús propone, lo que significa ir tras él, se apartaron. Las autoridades religiosas lo persiguen, el pueblo se aparta, los apóstoles están en crisis porque dos veces Jesús les dijo que va a Jerusalén no para triunfar, para tomar el poder, sino para dar su vida, y los discípulos tienen miedo. Este es el clima que rodea a Jesús cuando se introduce el episodio narrado en el pasaje del evangelio de hoy. Jesús toma una decisión muy consciente hacia dónde se dirige.
Escuchemos lo que decide hacer: “Cuando se iba cumpliendo el tiempo de que se lo llevaran al cielo, Jesús emprendió decidido el viaje hacia Jerusalén, y envió por delante unos mensajeros. Ellos fueron y entraron en un pueblo de samaritanos para prepararle alojamiento”. La decisión tomada por Jesús es introducida por el evangelista de forma muy solemne. “Cuando se iba cumpliendo el tiempo de que se lo llevaran al Cielo”. El texto griego dice ‘ἀναλήμψεως αὐτοῦ’ = analempseos autou, del verbo ‘analambano’ significa levantar a uno. Parece ver al Padre celestial que acoge en sus brazos al Hijo que ha cumplido su misión de revelar a la perfección el rostro del Padre celestial, que es amor y sólo amor. Jesús toma la decisión de ir a Jerusalén. El texto griego dice: ἐστήρισεν τοῦ πρόσωπον = estérisen tou prosopon = ha endurecido su rostro; sabe lo que va a encontrar, debe dar su vida y para ello es necesario endurecer su propio rostro, tomar una decisión firme. Esta expresión de ‘endurecer el rostro’ no fue inventada por el evangelista Lucas; la encontramos en el libro de Isaías cuando habla del Siervo del Señor que, para cumplir su misión, hizo que su rostro se endureciera como una piedra. Lo mismo sucede con el profeta Ezequiel que tiene que anunciar la destrucción de Jerusalén. Tiene la oposición de todo el pueblo y Dios le dice: ‘Ten valor, no tengas miedo porque te daré un rostro duro, más duro que la piedra. Tú tendrás la firmeza y fuerza para llevar a cabo tu misión profética’. Jesús es resoluto. Para hacer ciertas opciones es realmente necesario endurecer el propio rostro. ¿Qué va a hacer Jesús en Jerusalén? ¿De qué tarea tan difícil se trata? Debe chocar con el centro del poder que perpetúa el viejo mundo. Jesús ya ha presentado este centro de poder con otra imagen, la de la levadura, que hace fermentar, que crea la podredumbre en el mundo y es la levadura de los escribas y fariseos y la levadura de Herodes. Jesús no choca con gente; él ama a todos, pero son dos ideologías las que hacen que el mundo se pudra; que crean un mundo inhumano e inhabitable que no es el deseado por Dios. La primera ideología: La de los escribas y fariseos. Son los representantes de la mentalidad religiosa que predica una imagen de Dios falsa, diabólica. El Dios que ama a los buenos y que odia a los malvados, que los castiga. Esta es una imagen inventada por nuestra maldad y la proyectamos sobre Dios. Lo convertimos en un vengador que hace pagar a los que han hecho el mal. Esta imagen de Dios es muy peligrosa y diabólica porque crea el mundo viejo y luego la gente se asemejan a este Dios que adoran, que se comportan como él. Es también una imagen religiosa que crea una relación comercial con Dios, es decir, para obtener los beneficios de Dios tienes que portarte bien y ofrecerle sacrificios, NO. Esta religión es falsa porque Dios te los da, aunque seas malo. La imagen de Dios es la del amor gratuito y hasta que no aceptemos esta imagen, esta relación con Él, de gratuidad, no introduciremos la relación con nuestros hermanos de amor gratuito. La otra ideología es la levadura de Herodes, la del dominio, la del poder. Esta levadura también la encontramos en los discípulos; la convicción de que los poderosos, los fuertes son los que deben dominar a los demás, hacerse servir por los demás. Jesús vino a derribar esta imagen del mundo porque el verdadero hombre no es el que domina sino el que ama. Y el amor es servicio. Hagamos una reflexión: seguir a Jesús que va a Jerusalén, ser sus discípulos, significa aceptar esta propuesta; y aceptar esto no es fácil; como él, hay que endurecer el semblante porque mientras uno se detenga en las veleidades, las buenas intenciones, mientras uno reduzca la fe en Jesús al cumplimiento de unas pocas prácticas devocionales, no hay necesidad de endurecer el semblante. Pero cuando se comprende que hay que estar dispuesto a dar la vida, incluso por tu enemigo, si no endureces el semblante como él, no puedes ser su discípulo. Lo acompañarás como un admirador, pero no eres un discípulo, no perteneces al nuevo mundo. ¿Qué hace Jesús? No va directamente; su entrada, su ingreso en una ciudad, en una casa, en el corazón de la gente debe estar preparado. Jesús envía mensajeros. El texto griego los llama ángeles. Una razón práctica podría ser encontrar hospitalidad en la casa de alguien y sabemos que la hospitalidad oriental es proverbial, nadie niega el alojamiento, la comida, a los huéspedes. Pero aquí se trata de una parábola porque hay que preparar a la gente para recibir a Jesús. El texto griego nos dice de nuevo que preparemos su rostro: πρὸ προσώπου = pro prosopou = es necesario prepararse para recibir este rostro de Dios, este rostro de hombre que se refleja en el rostro de Jesús. La tarea que tienen estos ángeles –y son todos los bautizados los que reciben esta tarea de Jesús– es preparar su venida en los corazones de las personas y así prepararlos para recibirlo a él y a su Evangelio. Hay que tener mucho cuidado cómo se prepara la llegada de este rostro. Si uno no ha visto el auténtico rostro de Jesús, ¿cómo se puede preparar la llegada de este rostro al corazón de la gente? Hay que poner mucha atención, porque puede ocurrir que el rostro de Jesús sea rechazado porque ha sido mal presentado, porque el que lo presenta no ha visto el verdadero rostro de Jesús. Creo que mucha catequesis peca en este aspecto; se predica un rostro de Jesús que no es el auténtico. ¿Qué hacen estos ángeles que ahora parten? Entran en una aldea de los samaritanos. Aquí les presento un mapa en el que les muestro el viaje que hacen estos ángeles que preceden a Jesús para preparar la llegada de su rostro entre los samaritanos. Partimos, por supuesto, de Cafarnaún, luego descendemos por la orilla del lago a lo largo del río Jordán hasta Bet Shean y luego entramos en la llanura de Esdrelón y comenzamos a descender a Samaría. Llegamos a un pueblo de los samaritanos; podríamos considerar a Siquén, el lugar más sagrado, donde han estado los patriarcas. También ven al fondo el Monte Garisín, justo detrás de mí; pueden de los restos de las construcciones bizantinas que en este momento no nos interesan. Y al fondo está el monte Baal, el monte maldito. También está indicado el lugar donde se encontraba ese famoso templo de los samaritanos que se había construido en la época de Alejandro Magno y había sido luego fue destruido 150 años antes del nacimiento de Jesús por los Macabeos que, una vez tomado el poder, querían que todo el culto tuviera lugar sólo en Jerusalén, ya que este culto de los samaritanos, que eran semi-heréticos, tenía que ser eliminado y cancelado. El templo había sido destruido 150 años antes que Jesús se encuentre con la samaritana, pero estaba allí. Jesús viene entonces de esta parte norte, de Nablus y luego cruza al desfiladero entre las dos montañas y llega a Siquén donde encontró la mujer samaritana. Ahora pueden observar las dos montañas: Baal, la montaña maldita, y Garizín donde estaba el templo y está indicado donde estaba. También se ve la ciudad se Siquén. Supongamos que Jesús llegó a este lugar. ¿Qué recepción tuvieron estos ángeles que debían preparar la venida de Jesús? Escuchemos: “Pero los samaritanos no recibieron a Jesús porque se dirigía a Jerusalén”. Tenemos en cuenta la misión que Jesús encomendó a estos ángeles: preparar la recepción de su rostro = πρὸ προσώπου αὐτοῦ = pro prosopon autou. ¿Por qué fueron rechazados estos ángeles? Hay dos posibilidades: la primera es que haya ocurrido algo similar a lo que ocurrió en Nazaret. Jesús fue rechazado, prefirieron su convicción religiosa que siempre habían creído y no acogieron la novedad. Lo mismo puede haber ocurrido con los samaritanos; no les gustaba el rostro de Jesús, querían seguir con su religión heredada de sus padres. Hay otra posibilidad. El texto dice que los expulsaron porque su rostro estaba en camino a Jerusalén. De nuevo la traducción literal no es que Jesús estuviera de camino a Jerusalén, sino que vieron el rostro de uno que iba a Jerusalén. Cuando uno iba a Jerusalén, iba a ofrecer sacrificios, es decir confirmaba la práctica religiosa predicada por los escribas y fariseos, pero ellos vieron mal el rostro de Jesús, porque va a Jerusalén precisamente para poner fin a esa práctica religiosa y, por tanto, significa que estos ángeles no han presentado el verdadero rostro de Jesús. Y esto es lo que podría ocurrir con los ángeles de hoy que presentan un rostro de Jesús que no es el auténtico, no es el rostro de Dios amor y solo amor. Entonces si tanta gente rechaza a Jesús y su Evangelio, rechazan a Dios, se presentan como ateos, tal vez la culpa sea de los que no han realizado bien su servicio de ser ángeles que preparan la llegada del verdadero rostro de Jesús. La encíclica Gaudium et Spes, en el número 19, dice: “Una gran responsabilidad del ateísmo en el mundo actual se debe a la predicación de los creyentes que no han presentado el verdadero rostro de Dios”. Entonces, podemos leer lo que les ocurrió a estos discípulos enviados por Jesús, que podría ser lo que nos pasa hoy. ¿Cuál fue la reacción de los discípulos a este rechazo? Escuchemos: “Al ver esto, Juan y Santiago, sus discípulos, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que caiga un rayo del cielo y acabe con ellos? Él se volvió y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo”. Para tomar la decisión de salir e ir a Jerusalén Jesús tuvo que endurecer su rostro. Y aquí encontramos a Santiago y Juan que también endurecen sus rostros, pero es una dureza muy diferente a la de Jesús. Ellos endurecieron sus rostros porque no soportan ser rechazados por los samaritanos y se vuelven agresivos; quieren hacerles pagar porque se han sentido ofendidos. Su reacción se deriva de una catequesis errónea que recibieron. Los rabinos han contado la historia de Elías, que dos veces hizo descender fuego del cielo y quemó a sus enemigos. Los discípulos habían interpretado literalmente este episodio porque les gustaba este Dios que no bromeaba e incineraba a sus adversarios. Tendrían que haber leído lo que dice Ben Sirá en el capítulo 48 cuando elogia a este gran profeta dice: “El profeta Elías, su palabra ardía como fuego, como antorcha”. Este es el significado del fuego que incinera: la palabra del profeta era la que ardía como el fuego, era esta palabra que hacía desaparecer a los enemigos; no a las personas, sino que eliminaba ese corazón malvado, ese mal que a través de la palabra el profeta anunciaba en nombre de Dios. Este es el fuego de la palabra de Elías. También el Bautista había hablado del fuego que quemaba los árboles que no producían frutos, la mala hierba. Esto es buena noticia porque los árboles que no producen frutos sólo molestan y es bueno que se quemen, pero no quemar a la gente; es el mal presente en cada uno de nosotros que afortunadamente el fuego del cielo quema. Incluso Jesús hablo de fuego: “Vine a traer fuego a la tierra y cómo quisiera que estuviera ardiendo”. No es el fuego del infierno para quemar a los malvados, no. Es el fuego que elimina el mal presente en todos y este fuego es el Espíritu del Señor. Santiago y Juan se vuelven intolerantes, se comportan como fanáticos que piensan que van a resolver el problema del mal eliminando a los que lo hacen, para que sólo quedemos los buenos. Entonces debemos comprobar y tener mucho cuidado porque podemos cultivar un gran amor por Jesús, como el de Santiago y Juan y luego, de buena fe, hacer exactamente lo contrario de lo que quiere Jesús. ¿Qué hace Jesús? Se da la vuelta y reprende a Santiago y Juan. Es importante el verbo griego que es empleado: ἐπετίμησεν αὐτοῖς = epestímensen autois. Epitimán es el verbo empleado por los evangelistas para decir que Jesús está realizando un exorcismo, es decir, está echando fuera a un demonio. Cuando Jesús expulsaba demonios los reprendía. Y aquí está reprendiendo al demonio presente en Santiago y Juan; está haciendo un exorcismo porque Santiago y Juan están endemoniados. Es el demonio el que los hace razonar así. Estos dos lo entenderán después de la Pascua. De hecho, Juan junto con Pedro volverán a Samaría, esto nos lo narra el libro de los Hechos de los Apóstoles en el capítulo 8; Pedro y Juan invocarán el fuego del cielo sobre los samaritanos, pero no el fuego que incendia, invocarán el Espíritu, pondrán sus manos sobre los samaritanos y sobre ellos descenderá el fuego del Espíritu. Tratemos de captar los mensajes para nuestra vida cristiana de hoy. El primero: Debemos tomarnos muy en serio la reprimenda de Jesús y poner fin con la catequesis sobre los castigos de Dios, que es una blasfemia. El que habla así de Dios es un endemoniado; es el diablo que le hace hablar así y necesita ser exorcizado. Santiago y Juan recibirán de Jesús un apodo muy poco simpático: ‘Boanerges’ que significa los ‘hijos del trueno’, los que truenan y quieren hacer caer rayos sobre el mundo; son fanáticos, exaltados, fundamentalistas. Esta gente está movida por el demonio, deben ser exorcizados con la palabra del Evangelio. Segundo mensaje: Aceptar a Jesús significa darle la adhesión, es decir, aceptar su propuesta de don de la vida. No se puede esperar que este cambio de vida se produzca de forma repentina, no; se necesita tiempo para que la persona cambie, para que nazca el hombre nuevo propuesto por Jesús. Por lo tanto, el verdadero discípulo es paciente, sabe esperar el tiempo que cada uno tiene en este crecimiento del Evangelio de Cristo en su interior. El tercer mensaje: No sólo habrá personas que tardan en aceptan la propuesta del Evangelio, también habrá quienes se opongan activamente a este anuncio. El discípulo, el ángel que debe preparar la recepción del rostro de Jesús de Nazaret, sabe que también existen los que se oponen a Cristo y a su Evangelio. Estas personas no deben ser consideradas enemigas; el discípulo de Cristo respeta a los que piensan diferente, no impone nada, propone la opción evangélica sabiendo que es el mayor de los tesoros, pero puede ser rechazado e incluso opuesto. Siempre manifestará su gran amor por estas personas y será precisamente esta aceptación amorosa la que podrá entonces abrir una brecha en los corazones y hacer que acojan el bello rostro de Jesús de Nazaret. La comprensión por decisiones inciertas, la indecisión, el respeto a la fragilidad, sin embargo, no significa aceptar componendas que supongan adaptar las exigencias evangélicas, no. De hecho, Lucas introduce ahora tres ejemplos que ponen de manifiesto la radicalidad que Jesús exige a los que quieren seguirle. Escuchemos:
“Mientras iban de camino, uno le dijo: Te seguiré adonde vayas. Jesús le contestó: Las zorras tienen madrigueras, las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza. A otro le dijo: Sígueme. Le contestó: Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre. Le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el reino de Dios. Otro le dijo: Te seguiré, Señor, pero primero déjame despedirme de mi familia. Jesús le dijo: El que ha puesto la mano en el arado y mira atrás no es apto para el reino de Dios”. El primer ejemplo introducido por Lucas es el de una persona que parece tener la condición ideal para convertirse en discípulo. Dice que está dispuesto a hacer cualquier cosa para seguir a Jesús. Jesús no se impresiona inmediatamente ante este entusiasmo y le responde utilizando el ejemplo de dos animales: Las aves del aire que revolotean y regresan a su nido y los zorros que salen a cazar por la noche, pero vuelven a sus guaridas. ¿Qué significan estas dos imágenes? También las utilizamos nosotros: ‘hacer nuestro propio nido’ o ‘encerrarnos en el propio nido’, vivir como una persona encerrada, indica la necesidad de detenerse y permanecer tranquilo en su propio mundo; indican las condiciones de quien quiere permanecer en la propia comodidad, permanecer resguardado donde no se quiere ser molestado por nadie. Jesús deja claro que los nidos y las guaridas son incompatibles con la elección de seguirle, porque él siempre está en movimiento, nunca se detiene; quien lo sigue debe estar siempre dispuesto a ir más allá en la vida; no habrá ningún momento en el que puedas acomodar la pereza, las rabietas, la desgana. Si quieres ser un discípulo te comportarás como tal día y noche, debes estar siempre disponible a servir a tu hermano cuando te necesita; nunca podrás poner fuera de la puerta el cartel de ‘no molestar’ – ‘déjenme solo en mi nido’, no, nunca. Jesús advierte de cierta dulzura espiritual que las personas devotas pueden tener la tentación de encerrarse; donde se queden tranquilos porque observan fielmente las prácticas que han aprendido desde la infancia, pero no van más allá y no escuchan de buen grado a los que proponen un salto de calidad en la vida espiritual, una nueva forma de rezar, por ejemplo; una nueva forma de relacionarse con Dios y con los hermanos y hermanas. El Evangelio arranca todos los nidos, todas las guaridas en las que buscamos refugiarnos. El segundo ejemplo: Esta vez es Jesús que llama y dice ‘sígueme’; la objeción que se presenta a Jesús: “Déjame primero ir a enterrar a mi padre”. La respuesta de Jesús es escandalosa, provocadora, porque el deber más sagrado para un hijo en Israel era acompañar a sus padres hasta la muerte. Y para cumplir con este deber los rabinos decían que uno estaba dispensado de todos los preceptos de la ley, también del precepto del sábado; incluso al sumo sacerdote que tenía prohibido entrar en un cementerio y no podía incluso acercarse a un cadáver, estaba obligado a acompañar a sus padres al sepulcro. Jesús utiliza esta imagen paradójica con un significado muy claro. El padre en la cultura semítica indica el vínculo con la tradición, con el pasado, con las costumbres aprendidas, con las propuestas de vida de la sociedad en la que en el que uno ha nacido y se ha criado. Jesús se refiere a este ‘padre’, es decir, la sociedad que propone una determinada imagen tradicional del hombre en esa sociedad, el hombre de éxito, este es el padre al que están llamados a parecerse. Sabemos que hay un verdadero bombardeo de medios de comunicación que proponen valores muertos, y este ‘padre’ nunca muere, espera que nunca te adhieras a Cristo. Es la mentalidad consumista, la idolatría de las modas, de lo efímero. A veces los mismos padres son los que inculcan estos valores muertos de la sociedad. Te dicen que lo importante es alcanzar el éxito, sin importar cómo; que lo importante es acumular posesiones y pensar en uno mismo.
Si encuentras el Evangelio que te hace ver, que te hace comprender que estos valores están muertos, no retrases el desprendimiento, sigue inmediatamente la propuesta del Evangelio. El Espíritu exige una disposición inmediata a renunciar a lo antiguo y convertirse a lo nuevo. El tercer ejemplo introducido por Lucas: Nuevamente es uno que quiere seguir a Jesús; ‘te seguiré, pero primero debo ir a despedirme de mi familia’. Y Jesús introduce aquí otro ejemplo, de uno que empieza a arar y luego mira atrás. El problema es empezar a seguir el Evangelio y luego quedarse atrapado en las nostalgias de la antigua vida. Jesús me pide que done mi vida, pero luego me viene en mente, ‘al final ¿no me arrepentiré de no haberlo disfrutado como hacen muchos?’ Estas son las nostalgias; son las que también tenían los israelitas en el desierto ante las dificultades del viaje; miraron atrás, se arrepintieron, incluso empezaron a soñar con placeres que no existían cuando vivían en la esclavitud. Son las ollas con carne, pero ellos nunca habían visto la carne. Son los sueños, los arrepentidos. Incluso los que han tomado la decisión de seguir a Cristo tienen la tentación de mirar hacia atrás, de regresar a la vida que tenían antes. Jesús dice: ‘Ponte en guardia contra las vacilaciones; solo te hacen perder un tiempo precioso, sigue adelante en la vida, sigue mis pasos, sigue lo que te dice el Evangelio’. Les deseo a todos un buen domingo y una buena semana.