Palabras de alegría y esperanza
Videos del P. Fernando Armellini
Video semanal destacado
* Voz original en italiano, con subtítulos en inglés, español & cantonés
También disponibles videos subtitulados y doblados los mismos lenguajes.
Un buen domingo para todos.
Hoy vamos a escuchar una parábola que nos es muy familiar, la parábola del Samaritano que está ambientada a lo largo del camino que baja de Jerusalén a Jericó. Las dos ciudades están a 27 km de distancia y el camino que las une discurre a lo largo del desierto de Judea que ven detrás de mí. Está en fuerte bajada porque el desnivel es de unos 1.000 metros. Jesús conocía muy bien este camino porque lo había recorrido desde niño. De hecho, el evangelista Lucas dice que cada año la sagrada familia iba a Jerusalén para la Pascua. El único camino que permitía a los galileos llegar a la ciudad santa era este. Lo pueden ver en esta foto tomada desde arriba y si miran al fondo, la última montaña es el Monte de los Olivos, más allá del cual se llega a Jerusalén.
Este camino era muy peligroso porque por todas partes había cuevas, barrancos, precipicios y en la época de Jesús había que recorrerlo en caravana porque el desierto de Judea estaba infestado de bandidos. Para proteger a los caminantes había puestos de control, uno de los cuales estaba en esa fortaleza que ven en la cima de esa montaña. Era una fortaleza construida por Herodes el Grande y había dado a esta fortaleza el nombre de su madre: Cypros, que era nabatea.
A mitad de camino había otro puesto de guardia que hoy se llama ‘Posada del Buen Samaritano’, ven el camino detrás de mí en una foto de 1905; el camino que ven es el puesto de guardia y en la época de Jesús no debió ser muy diferente a este. Ahí tienen la foto de cómo es hoy este albergue del buen samaritano. ¿Por qué se los muestro? Porque a principios de los años noventa del siglo pasado, los arqueólogos israelíes hicieron algunas excavaciones en este lugar e hicieron algunos hallazgos interesantes. Dijeron que había allí cuevas habitadas en la época de Jesús probablemente por aquellos que tenían la tarea de proteger a los caminantes de los merodeadores.
En el siglo 12 los cruzados convirtieron este lugar en una fortaleza llamada ‘la fortaleza roja’. ¿Para qué servía? Se utilizaba para proteger a los caminantes y en este caso eran los peregrinos cristianos que iban al Jordán para visitar el lugar del bautismo de Jesús. Sigamos por este camino y vayamos hacia Jericó. Lo ven al fondo. Se comienza a vislumbrar la estepa de Jericó y también de nuevo esa fortaleza Cypros, que antes mencioné; y ahora vamos directo a Jericó; ven donde bajaba la calzada romana. En la época de Jesús la ciudad se levantaba donde ven todo ese verde al fondo; fíjense de nuevo en la fortaleza de Cypros que domina toda la llanura de Jericó.
Luego, detrás de mí, ven los restos de los palacios de los asmoneos y de Herodes el Grande. Les muestro en la reconstrucción la de los asmoneos y una piscina doble que tiene toda una historia pues allí en esa piscina Herodes el Grande hizo ahogar a su cuñado del que estaba muy celoso. Ahora ven el palacio de Herodes el Grande; había incluso tres de estos palacios. Fíjense también en esa piscina: tenía 90 metros de largo y 42 metros de ancho.
¿Cómo era Jericó en la época de Jesús? En la parábola encontraremos cuatro personajes bajando de Jerusalén a Jericó; era una ciudad muy rica, muy importante la ciudad de las palmeras donde se producía el perfume conocido en todo el mundo y que se producía con composiciones secretas, era carísimo. Jericó era una ciudad fronteriza y por eso allí estaba la aduana y también entendemos que había quienes administraban esta aduana y cobraban los derechos y también conocemos el nombre de Zaqueo. Jericó era importante porque era la sede de invierno de la gente rica de Jerusalén; durante el invierno en Jericó es primavera, y muchos sacerdotes del templo tenían sus villas y residencias de invierno en Jericó. También era una ciudad famosa en la antigüedad por la corrupción de las costumbres, la 'buena vida'.
Era antitética respecto a Jerusalén. Jerusalén era la ciudad santa en lo alto, y Jericó estaba abajo, la ciudad de la corrupción, precisamente en oposición a la ciudad santa. La parábola que vamos a escuchar ahora es introducida por un diálogo entre Jesús y un doctor de la ley. Escuchemos:
“En esto un doctor de la ley se levantó y, para ponerlo a prueba, le preguntó: Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna? Jesús le contestó: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué es lo que lees? Respondió: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, con toda tu mente, y al prójimo como a ti mismo. Entonces le dijo: Has respondido correctamente: obra así y vivirás. Él, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?”
El primer personaje que entra en escena es un doctor de la ley, una persona muy estimada en Israel porque dedica todo su tiempo al estudio de los textos sagrados, conoce la Torah, la enseña al pueblo y cuando hay disputas legales recurren a él. Se presenta ante Jesús para ponerlo a prueba. El verbo griego que se utiliza, ἐκπειράζων – ekpeirason, ocurre solo dos veces en el Evangelio de Lucas. La primera vez cuando el diablo tienta a Jesús, quiere desviarlo; la segunda vez se aplica a este rabino y entonces muchos dicen que se presentó a Jesús con una intención maliciosa, para tenderle una trampa y poder condenarlo después.
Este verbo ‘ekpeiraion’ puede significar tentar, pero normalmente también significa ponerlo a prueba, buscar una verificación; y creo que este es el caso de este rabino que se acercó a Jesús para ver si era una persona sabia, si conocía las Escrituras y probablemente también para conseguir una luz interior, una respuesta a ciertas preguntas que él se hace. De hecho, le hace una pregunta: ‘Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?’ Notemos que no va a Jesús a pedir el éxito, el bienestar, la salud; va más allá de la vida biológica. Yo he heredado la vida biológica, no me la puedo dar, la recibo como un regalo de mis padres; ellos pueden pedirme cualquier cosa, pero no que me de la vida, solo puedo recibirla como herencia. Y lo mismo pasa con la vida del Eterno; si no recibo como herencia, como regalo del Eterno su vida, cuando la vida biológica termina todo se acaba. Esa vida que recibí como regalo ya no está, ha concluido su historia.
Ahora le pregunta a Jesús –y es una pregunta muy importante– ¿cómo puedo disponerme para recibir este don de la vida eterna. La respuesta que da Jesús son dos preguntas que le hace. ‘Eres un biblista, ¿qué lees en la Torah? No solo lo que lees sino ¿cómo interpretas lo que lees?’ Es hermosa la forma de proceder de Jesús que fue la de los rabinos de su tiempo, que no respondían inmediatamente dando la solución, sino que hacían otras preguntas porque querían que la verdad no fuera impuesta, sino que saliera del corazón de la gente. Así que seguían haciendo preguntas hasta que la persona llegaba a la conclusión por sí misma y entonces estaba realmente convencida de esa verdad porque no le había sido impuesta. Si una verdad se nos impone siempre nos quedamos con dudas; cuando, en cambio, viene de dentro, entonces estamos convencidos.
Y, de hecho, Jesús hace estas dos preguntas y el rabino da la respuesta. Es un biblista y hace referencia a dos textos; el primero es el libro del Deuteronomio, capítulo 6 y dice: ‘Si debo ser incluido para recibir este don de la vida eterna, debo amar al Señor con todo mi corazón, con toda mi vida, con todas mis fuerzas y con toda mi mente’. Se refiere a ese texto que se repite dos veces al día por cada israelita piadoso en la oración: ‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón’.
Sabemos que el corazón en la biblia no es la sede de los sentimientos, sino que es la sede de todas las elecciones, por lo tanto, todas las elecciones deben hacerse en armonía con los pensamientos de Dios, con la voluntad de Dios. También ‘con toda tu vida’, debes amar al Señor no en un sector de tu vida. ‘La economía no tiene nada que ver con el Señor’, NO. Toda tu vida, no un momento de tu vida, no, cada momento de tu vida debe ser un signo de amor al Señor. ‘Con toda tu fuerza’. Significa con todos los bienes que tienes, los bienes materiales y los regalos que has recibido de Dios deben ser puestos al servicio del proyecto del Señor. Es la explicación que hace este rabino al texto sagrado. ‘Amar Dios con toda la mente’. Es lo que él hace; dedica toda su vida al estudio de la palabra de Dios.
Aquí podríamos hacer una aplicación a nuestra vida como cristianos hoy. No podemos decir que amamos a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra vida, con todas nuestras fuerzas, si luego dedicamos quizás más tiempo al equipo de deporte del corazón y no al estudio de la palabra del Señor. La unión que hizo el rabino es muy hermosa, y una provocación para nosotros los cristianos de hoy. Y luego cita un segundo texto del libro del Levítico, capítulo 19: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Este rabino entendió que para estar preparado para recibir la herencia de la vida eterna hay que amar, permanecer siempre en sintonía con la voluntad del Señor y por eso, descubrir cuál es el sentido de mi existencia, y luego manifestar el amor por los que están cerca de mí. Amar es la disposición de vivir aquí y luego prepararse para recibir esta herencia.
La respuesta de Jesús es muy hermosa: “Muy bien, has respondido correctamente; obra así y vivirás”. Está diciendo, si quieres vivir aquí, ahora, en este tiempo de tu vida biológica, vivir de forma humana y estar dispuesto a recibir la vida del Eterno, significa amar. Si no amas no vives como hombre; lo que te caracteriza como hombre es estar en sintonía con el amor del Señor y con el amor hacia de tu hermano. Si no haces esto, no vives. Entonces, sigue por este camino, estás en el camino correcto pero el rabino quiso justificarse y le preguntó a Jesús: “Y, ¿quién es mi prójimo?”
Prójimo significa mi vecino, ‘reaj’ en hebreo, el que está cerca de mí. Se discutía mucho sobre quienes son estos prójimos. Algunos lo interpretaron con familiares, con los vecinos, los de su propio pueblo, o los del pueblo de Israel. Había muchos términos para indicar a los que no pertenecían realmente al pueblo de Israel, pero también pueden ser vecinos, por ejemplo, el extranjero de paso; él también está incluido en este vecino; ‘il guer’, es decir, el extranjero asimilado, como diríamos hoy, al que se le permite quedarse, él también es prójimo, y discutían. Sabemos por qué en la Biblia hay disposiciones muy hermosas relativas a estas personas.
En el capítulo 22 del libro del Éxodo se dice, ‘no molestarás al extranjero, no lo oprimirás, porque recuerda, fuiste un extranjero en Israel y sabes cómo se trataba allá a los extranjeros, cómo eran llevado presos. Tú no puedes hacer eso porque tu fuiste extranjero una vez y sabes lo que eso significa’. Y dice también, ‘el Señor protege a los extranjeros, apoya al huérfano y a la viuda, protege a toda la gente frágil y débil’.
El rabino pregunta entonces, ¿quién es mi prójimo, es decir, el prójimo el que debe recibir este amor? Jesús no le responde con un razonamiento, sino con una parábola. Escuchemos:
“Jesús le contestó: Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó. Tropezó con unos asaltantes que lo desnudaron, lo hirieron y se fueron dejándolo medio muerto. Coincidió que bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verlo, pasó de largo. Lo mismo un levita: llegó al lugar, lo vio y pasó de largo”.
“Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó”. ¿Quién era? De él no sabemos nada, ni su edad, ni su profesión, si era judío o extranjero, qué religión practicaba, si era bueno o malo… no sabemos nada en absoluto. Sólo sabemos una cosa, sabemos que era un hombre y esto era suficiente para Jesús. ¿Para qué había ido a Jerusalén? ¿A rezar por negocios; a ofrecer sacrificios en el templo o a robar? Y luego, ¿cómo es que fue a Jericó solo mientras todos los demás iban en caravana? Y si era una presa atractiva para los ladrones significa que tenía posesiones con él. Sobre él no sabemos nada.
Viene caracterizado de la forma más genérica posible: era un hombre. El hombre nunca pierde su dignidad, incluso si es un criminal. Recordamos en la Biblia cuando Caín dice a Dios: ‘Ahora quien me encuentre me puede matar porque soy un criminal’. Y Dios pone una señal en Caín porque nadie debe tocar a Caín, permanece con su dignidad de hombre, que es la imagen de Dios, una semejanza muy desfigurada de esta imagen, pero no pierde su dignidad.
¿En qué condiciones se encuentra este hombre que luego será encontrado con otros personajes que bajarán a Jericó? Se topó con bandidos que lo despojaron de todo; lo desnudaron, lo llenaron de golpes y luego lo dejaron medio muerto. Esta es la condición de este hombre que luego otras personas encontrarán. Ha sido despojado de su ropa; las bestias van desnudas, por lo tanto, ha sido deshumanizado; ha sido golpeado, ha sido herido, está solo y medio muerto, está en el filo entre la vida y la muerte. Ahora depende de los que se encuentren con él: dejarle morir o devolverle la vida a este hombre.
Esta es también una parábola que refleja lo que ocurre hoy en día a tantas personas que se encuentran con ladrones en sus vidas; ladrones que los despojan, los deshumanizan, los convierten en bestias, los desvisten, los desfiguran y luego los dejan humanamente destruidos. Esta es la condición en la que se encuentran tantas personas que están al borde, ¿terminan en plena deshumanización o son devueltas a la vida?
Ahora, ‘por casualidad…’. Hermosa esta coincidencia. Jesús nos está diciendo que no debes ir a buscar a tu hermano necesitado; son las circunstancias, las coincidencias, que te lo ponen frente a ti. El segundo personaje que baja hacia Jericó es un sacerdote; recorrió ese mismo camino y ¿qué pasó? Dos verbos caracterizan su reacción. El primer verbo: ‘lo vio’; el segundo verbo: ‘pasó por el otro lado del camino’. Dos verbos. No es que no viera, sino que evitó ayudar a esa persona, por tanto, lo dejó morir. Podría haberlo devuelto a la vida, pero no, él es un sacerdote.
En Israel había 24 clases de sacerdotes; vivían en sus pueblos, pero dos veces al año tenían que ir a Jerusalén para quedarse allí una semana para oficiar en el templo. Así que él regresaba a su casa. Había pasado una semana con el Señor; todavía tenía las prendas perfumadas de incienso; todavía tenía en sus oídos los himnos, las melodías de los salmos. Había estado con el Señor, por lo que habría tenido que asimilar no sólo la mirada del Señor que ve a todos los necesitados, sino también los sentimientos del Señor, la emoción del Señor, el splagkenisomai, el ‘rajum’, la primera característica de Dios: ‘Soy el que siente un amor visceral por los necesitados’.
El sacerdote no; pasa por el otro lado de la calle y nos preguntamos ¿cómo es que hizo esto? Tal vez por el hecho de que es un sacerdote y como hay sangre, él no puede tocar la sangre; incluso podría ser una persona muerta y no puede acercarse a los muertos. Sabe bien lo que dice el Levítico, ‘el sacerdote queda inmundo por el contacto con un hombre muerto… ni siquiera por su padre o por su madre, no puede avecinarse a un difunto. Y quien toca a un muerto permanece inmundo durante siete días, dice libro de los Números. Por lo tanto, el sacerdote debe permanecer puro para oficiar tiene una excusa; no debe acercarse al hombre.
La práctica religiosa más importante es el amor. Quizás existan otros motivos por lo que no se ha acercado yendo al otro lado de la calle; podría haber sido atacado a su vez, tal vez los ladrones están por aquí; ‘no quiero meterme en problemas o simplemente no tengo tiempo que perder’. Reflexionemos sobre estas posibles razones por las que el hombre de iglesia, religioso, se excusa para no ocuparse de un problema de alguien que puede morir si no interviene.
Segundo personaje: Un levita va por el mismo camino, es también hombre de iglesia. Y también viene caracterizado por dos verbos en su reacción: primero ve, pero se desvía, pasa de largo. ¿Quiénes eran los levitas? Los levitas eran los sacristanes del templo. Por lo que ellos también debían permanecer puros. ¿Por qué Jesús presenta a estos dos hombres de la iglesia? Porque quiere quitarles la ilusión de ser sus discípulos porque practican ritos religiosos.
Sabemos cómo en el Antiguo Testamento los profetas denunciaron la práctica religiosa separada del amor. Es decir, quieren reemplazar con rituales lo único que le importa a Dios que es el amor por el necesitado, por el huérfano, por la viuda, por el forastero. En este punto los oyentes de la parábola esperan que después de los dos hombres de la iglesia entre en escena el salvador que será, piensan, un laico judío piadoso. Si Jesús hubiera realizado la parábola en estos términos, es decir, si un buen laico hubiera llegado, el pueblo que en aquella época manifestaba ese anticlericalismo benévolo que también encontramos en los cristianos de hoy, hubieran aprobado la parábola.
Escuchemos en cambio quién es el cuarto personaje que desciende hacia Jericó y se encuentra con ese hombre atacado por los ladrones:
“Un samaritano que iba de camino llegó a donde estaba, lo vio y se compadeció. Le echó aceite y vino en las heridas y se las vendó. Después, montándolo en su cabalgadura, lo condujo a una posada y lo cuidó. Al día siguiente sacó dos monedas, se las dio al dueño de la posada y le encargó: Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a la vuelta”.
En muchas biblias seguimos encontrando este título: ‘La parábola del buen samaritano’. Eliminemos ese ‘buen’. Jesús no presenta ‘un buen samaritano’, sino ‘un samaritano’. El peor insulto que se podía dirigir a un judío era ‘perro’ o ‘pagano’. El segundo insulto era ‘samaritano’, que equivalía a bastardo, renegado, hereje. El autor del libro de Ben Sirac, capítulo 50, presenta a los samaritanos de esta manera: ‘El pueblo necio que habita en Siquén, que ni siquiera merece ser considerado pueblo’.
A decir verdad, los judíos tenían sus buenas razones para considerar excomulgaron a los samaritanos. Durante siglos se habían mezclado con otros pueblos, habían construido su templo en Garizín, por lo tanto, no practicaban la religión pura que se practicaba en Jerusalén. Luego, ni siquiera aceptaban todas las escrituras; habían eliminado los salmos, los profetas, los libros sapienciales. Quien llamaba a una persona ‘samaritano’ merecía el castigo de 39 latigazos. Por eso fue muy grave esta ofensa que recibió Jesús cuando le dijeron ‘eres un tonto y un samaritano’. Jesús dice ‘no soy un tonto’ pero no rechaza el título de samaritano, para él no es despectivo.
El samaritano de la parábola está en territorio hostil, en Judea y, por lo tanto, es un inmigrante ilegal, está en peligro. Ahora pierde la cabeza, olvida todo; tenía sus planes de vida, pero ahora se encuentra con un hombre que está al borde entre la vida y la muerte y depende de él dejarle morir o devolverle a la vida. Son diez verbos que caracterizan su comportamiento. Es una descripción muy acertada de lo que hace frente al hombre.
Primer verbo: ‘Lo vio’, como todos los demás lo vieron, pero lo ve de una manera diferente. Y aquí hay un mensaje importante para nosotros; no hay que esperar a que la otra persona grite pidiendo ayuda; tal vez ni siquiera tiene la fuerza para pedir ayuda. Soy yo, si realmente amo a mi vecino, el que debo estar atento; tengo que estar siempre dispuesto a intervenir porque esa es la mirada de Dios.
El sacerdote y el levita eran personas que rezaban, que alzaban la mirada hacia el cielo, pero lo que pasa es que miran al cielo, pero la mirada de Dios va hacia los pobres, los necesitados y por eso quien reza de verdad, no mira hacia arriba, mira donde mira Dios. Si hay una madre con un hijo enfermo que necesita ayuda, no puedo mirar a la madre, debo mirar donde la madre mira; y este samaritano que no es un hombre de iglesia, no es un hombre que practica la religión pura de Jerusalén, es un hereje, tiene la mirada de Dios que va hacia el necesitado.
Segundo verbo: ‘Se acercó a él’. Se avecina, no huye de los impuros porque para él ningún hombre es impuro; son los hombres de la iglesia los que distinguen entre los puros y los impuros. Cuando la vida del hombre está en juego están discutiendo sobre la limpieza ritual. Tal vez el Dios del doctor de la ley era el que mandaba alejarse de los impuros. El samaritano sigue el corazón, sigue lo que son los sentimientos de Dios, como hemos escuchado.
Tercer verbo: ‘Se conmovió’. Aquí está el famoso verbo ‘splankenitzomai’. O sea que sintió una emoción visceral que le hizo perder la cabeza. Actúa y razona como Dios movido por el útero, por el amor visceral. Este verbo se utiliza doce veces en el Nuevo Testamento, y se aplica siempre a Dios o a Jesús.
En el Antiguo Testamento el verbo que corresponde a esto lo encontramos en la auto presentación de Dios, en el capítulo 34 del Éxodo, cuando Dios dice, ¿quieren saber lo que está escrito en mi carné de identidad quién soy yo? ‘Aní rajum’. Rejem es el útero, por lo tanto, la primera imagen que Dios da de sí mismo es femenina. ‘Amo con amor uterino, como el de una madre por el hijo en su vientre’.
Es la imagen más bella del amor visceral de Dios. En todo el Antiguo y Nuevo Testamento encontramos este verbo siempre aplicado a Dios o a Jesús, excepto una vez, cuando es aplicado no a un judío piadoso, o a un sacerdote, o a una persona religiosa, sino a un samaritano. Y ya hemos visto quiénes son los samaritanos. No basta ver, no basta con acercarse; tienes que sentir este sentimiento que es el de Dios. Si te pones en sintonía con este amor de Dios entonces pasas a la acción.
De hecho, este samaritano ahora ya no sigue la cabeza sino el corazón, olvida los compromisos que tenía, las normas religiosas, las dificultades, el hambre, el cansancio. Actúa y se compromete a resolver este problema de un hombre que está entre la vida y la muerte, entre ser deshumanizado o volver a ser un hombre.
Cuarto verbo: ‘Se acerca’. Quinto verbo: ‘Cura las heridas’. Sexto: ‘Vierte aceite y vino’. Séptimo verbo: ‘Lo monta en su cabalgadura’. Octavo verbo: ‘Lo lleva no a la posada, sino a ese lugar donde todos son recibidos. Posada en griego se dice ‘senodogéion’. Aquí no hay tal palabra, sino ‘pandogéion’, el lugar donde todos son recibidos, sin distinción. Les comenté antes que los cruzados habían construido la fortaleza roja en ese pandogéion y en una piedra de esta construcción de los cruzados, un caminante, un peregrino que probablemente se dirigía para ver el lugar del bautismo de Jesús, escribió lo siguiente: ‘Si los sacerdotes y los eclesiásticos pasan por encima de tu angustia, sabe que Cristo es el buen samaritano que siempre tendrá compasión por ti y que a la hora de tu muerte te llevará a la posada eterna”. Es un maravilloso grafito en esta piedra.
Entendemos, entonces, la parábola de este samaritano en la intención de Jesús. Es él ese samaritano; los sacerdotes, los levitas, con sus prácticas religiosas querían ayudar a la humanidad, pero vino él, el samaritano; el que intervino con aceite y vino para devolver la vida a esta humanidad.
Y luego el ultimo verbo: ‘Saca dos denarios y se los da al dueño de esa posada’, al ‘pandogeus’, el que acoge a todo el mundo; y dice: ‘Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a la vuelta’. Es interesante porque le da dos denarios, así que le da el dinero para dos días, quiere decir que volvería al tercer día para pagar todo si hubiera necesidad. En la parábola ¿qué hace Jesús con esta humanidad? La toma y aunque herida permanece siempre con esta dignidad humana y la lleva al lugar donde todos son acogidos, donde nadie es expulsado; y es él quien ha pagado por todos porque ha dado su vida entera por la salvación de esta humanidad.
Ahora Jesús se dirige al doctor de la ley y le hace una última pregunta. Escuchemos:
“¿Quién de los tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los asaltantes? Contestó: El que lo trató con misericordia. Y Jesús le dijo: Ve y haz tú lo mismo”.
Jesús no pronuncia su juicio sobre lo ocurrido, quiere que lo haga el doctor de la ley, por eso hace una pregunta que invierte la que le había hecho al principio. El rabino le había preguntado ¿quién es mi prójimo? ¿Quién es mi vecino a quien debo amar? En griego, ‘plesíon’ es un adverbio, simplemente significa ‘cerca’, ’cercano a’, pero cuando tiene el artículo delante se convierte en un sustantivo: ‘el vecino’, ‘el próximo´.
El rabino había preguntado, ¿Hasta dónde debe llegar mi amor? ¿Quién es el vecino? ¿Cuál es el límite? ¿Quién tiene las características para merecer ser ayudado? Jesús da vuelta la pregunta: ‘¿Quién de estos tres se ha hecho vecino de ese pobre hombre que cayó en manos de bandidos?’ Para Jesús el prójimo no es una condición, una característica que hay que tener para ser ayudado. El prójimo es el que se hace vecino.
La respuesta del rabino: “El que lo trató con misericordia’. No nombra al samaritano, no lo merece, pero se ve obligado a admitir que es él el que se ha hecho cercano; y por eso Jesús le dice: “Ve y haz tú lo mismo”. El doctor de la ley se había dirigido a Jesús porque quería saber, ‘¿cómo puedo crear en mí las condiciones para recibir la vida que no es la biológica, que ya he recibido, sino la vida del Eterno? Y Jesús le pregunta, ‘¿Quién de esos tres, el samaritano, el sacerdote, el levita… en quién de ellos has visto presente la vida del Eterno, ya en acto la vida eterna? ¿En quién de los tres has visto la mirada de Dios? La del sacerdote y la del levita no era la mirada de Dios; solo veían, pero no les importaba. En vez, el samaritano se interesó por lo que había visto.
También, ¿en quién de los tres viste presente los sentimientos de Dios, el ‘esplanjenísomai’, el ‘rajum’, el amor visceral que le hizo perder la cabeza para que no pensara más en lo que tenía que hacer, en los peligros que había, nada de eso. No había visto nada porque no era su cabeza la que lo guiaba, sino los sentimientos que eran los de Dios. Luego, ‘tú eres un biblista, conoces la Torah y, por lo tanto, conoces las obras de Dios, la mirada y los sentimientos de Dios. ¿En quién de los tres viste presente las obras de Dios? El sacerdote y el levita se alejaron. Esto Dios no lo hace. El samaritano es el que reveló que en él estaba presente la vida del Eterno.
La parábola tiene un mensaje explosivo. Está diciendo que el que se hace prójimo de su hermano está amando como ama Dios. Revela que en él está presente la misma vida del Eterno, esa vida eterna que el doctor de la ley preguntaba a Jesús cómo podía prepararse para recibirla como herencia. Es explosivo este mensaje porque es lo que nos dice Juan en el capítulo 4 de su primera carta: ‘Queridos, amémonos los unos a los otros porque el amor viene de Dios y quien ama es engendrado por Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios porque Dios es amor’.
La consecuencia: Jesús puso como ejemplo de alguien que ha recibido la vida del Eterno a quien no practica la religión, practicada por los judíos, como el doctor de la Torah que ciertamente estaba desconcertado; no lo esperaba, pero Jesús nos dice, ‘donde sea que veas signos de amor, estás seguro de que ahí está la vida del Eterno’.
Les deseo a todos un buen domingo y una buena semana.