Palabras de alegría y esperanza
Videos del P. Fernando Armellini
Video semanal destacado
* Voz original en italiano, con subtítulos en inglés, español & cantonés
También disponibles videos subtitulados y doblados los mismos lenguajes.
Feliz Pascua a todos.
La liturgia nos hace escuchar hoy un texto evangélico sobre el cual ya hemos reflexionado hace dos domingos. Lo volvemos a escuchar porque contiene la promesa que Jesús hizo durante la última cena. Había donado su Espíritu. Jesús retornó sobre este argumento, pero da la impresión de que los discípulos no se sintieron involucrados, como si este argumento no les concerniera especialmente.
De hecho, Pedro, Tomás, Felipe y Judas Tadeo hicieron preguntas a Jesús, pero ninguno de ellos preguntó claramente sobre la herencia que Jesús dejaría, su Espíritu. No tenían idea lo que produciría en ellos y en el mundo la venida del Espíritu. La fiesta de hoy tiene como objetivo hacernos tomar conciencia de la herencia que hemos recibido. Sabemos que, si uno ha recibido una herencia, y ésta permanece en el banco porque esta persona no sabe que está a su disposición, es como si no la hubiera recibido.
Entonces, tenemos que comprender bien qué es lo que Jesús nos ha dejado. Ha venido al mundo precisamente para traernos su Espíritu y ¿qué sucede donde llega su Espíritu? Primeramente, escuchemos qué promesa nos ha hecho:
“En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Si me aman, cumplirán mis mandamientos; y yo pediré al Padre que les envíe otro Defensor que esté siempre con ustedes”.
¿Cuál es el motivo por el que Jesús vino al mundo? Para mostrarnos el verdadero rostro de Dios, el rostro hermoso de Dios. La gente se habían imaginado un rostro de Dios malo. Pensemos en la idea sobre Dios de los asirios, de los babilonios, de los faraones egipcios. Eran dioses que querían bien a un pueblo y odiaban a los demás. Incitaban a sus pueblos a hacer la guerra; protegían a los les ofrecían holocaustos y sacrificios, pero enviaban pestilencias y calamidades contra los enemigos. Era una imagen bruta que los hombres se habían hecho de Dios. Esta es la razón por la que Dios ha venido a hacerse ver en Jesús de Nazaret. Y nosotros hemos visto brillar sobre el rostro de Jesús la belleza de Dios.
¿Por qué es tan hermoso el Dios que vemos en Jesús de Nazaret? Un Dios que ama de manera incondicional, sin hacer distinción entre buenos y malos; ama a todos. Solo hace el bien. Este es el Dios hermoso que vemos en Jesús de Nazaret, porque su vida es el Espíritu, el amor. El amor es el oro del que está hecho Dios. De aquí viene la belleza que nosotros vemos en Jesús de Nazaret. En Jesús no solo vemos la imagen bella y verdadera de Dios, vemos también al hombre hermoso, al hombre verdadero. Imaginemos un pueblo donde todos son malos, pero ellos no lo saben porque no tienen ninguna comparación con una persona hermosa.
Pensemos en la historia de antes que Jesús venga a este mundo, cuando la gente estaba motivada por las inclinaciones de dominio de unos sobre otros, de prevalecer, de hacerse servir y de tener el mayor número posible de esclavos. No tenían idea de que eran malos. Y también, si pensamos en los grandes, los que eran el ápice de esta humanidad, lo que todos hubiesen deseado ser… Eran los más grandes criminales; eran los más violentos que los demás. Y a este pueblo llega, finalmente, un hombre hermoso. Solo entonces se dan cuenta de que eran malos, de que eran bestias que se devoraban unos a otros.
¿De dónde viene la belleza de este hombre que es Jesús de Nazaret? Nuevamente, del Espíritu, de la vida divina que es amor y solo amor. Comprendemos entonces por qué Jesús es bello, porque es capaz de amar sin condiciones. Ama incluso a los enemigos, hasta quien le quita la vida. Pero no es fácil imitarlo. No es fácil porque el amor incondicional no viene espontáneamente, el amor a los enemigos, el amor a quien te hizo algún daño, poner la otra mejilla, hacer renuncias, cansarse para ayudar a alguien que te ha hecho mal. No viene espontáneo abrazar a un leproso como hizo San Francisco. Lo que viene espontáneamente es escapar.
¿Qué es lo que nos transforma en personas bellas? ¿Es posible para nosotros transformarnos en bellos como Jesús? Él responde: “Si me aman, cumplan los mandamientos”. En realidad, ha hablado de un solo mandamiento. Habló de la vida divina; el amor incondicional. Pero habla de ‘mandamientos’ en plural porque luego este amor de manifiesta de diferentes maneras en muchas situaciones concretas que son diferentes unas de otras y por eso este único mandamiento del amor termina siendo muchos mandamientos. Pero, amar como él ha amado es muy difícil.
¿Cómo podremos transformarnos en personas bellas como él? De esta manera: recibiendo su herencia, su misma vida, su Espíritu. Esta es la gran promesa que nos ha hecho, porque si acogemos su vida, entonces podremos transformarnos en personas bellas como él. Hoy celebramos la realización de la promesa hecha durante la última cena. Escuchemos con qué imágenes el autor del libro de Los Hechos de los Apóstoles nos presenta este don del Espíritu:
“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos. De repente vino del cielo un ruido, como de viento huracanado, que llenó toda la casa donde se alojaban. Aparecieron lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, según el Espíritu les permitía expresarse” (Hch 2,1-4).
Todos recordamos lo que narra el evangelista Juan sobre la manifestación del Resucitado a los discípulos la noche del día de Pascua. Dice que estaban reunidos en el cenáculo, con las puertas cerradas porque tenían miedo de los judíos y el Señor se hizo presente en medio de ellos y les dice: ¡La paz esté con ustedes! Luego sopló sobre ellos y dice: Reciban el Espíritu Santo. Por tanto, el Espíritu ha sido dado por el Resucitado en el día de Pascua. Y no solamente esto, sino que el evangelista Juan dice que, en el Calvario, cuando Jesús exhala el último respiro, en griego: παρέδωκεν τὸ πνεῦμα – parédoken top neuma = entregó su Espíritu. Los otros evangelistas dicen que ‘Jesús expiró’.
Juan lee en ese último respiro de Jesús que deja este mundo después de haber cumplido su misión, con su último respiro, Juan ve el soplo con el cual ha donado al mundo su Espíritu. Ese fue el momento cuando Jesús dejó este mundo nos ha entregado su herencia, su Espíritu. ¿Por qué, entonces, el autor de los Hechos de los Apóstoles dice que el Espíritu fue dado 50 días después, en el día de Pentecostés? No nos está dando una información cronológica. Está diciendo lo que sucede en el mundo y en la comunidad cristiana cuando llega el Espíritu y lo dice sirviéndose de imágenes bíblicas que nosotros trataremos de comprender.
Primeramente, ¿por qué lo coloca en el día de Pentecostés? Antes de ser una fiesta cristiana, esta fiesta era una fiesta judía. En el día de Pentecostés, en tiempos de Jesús, se celebraba el regalo de la Toráh. Israel estaba muy orgulloso de haber recibido de Dios este don. En el libro del Deuteronomio, capítulo 4, Moisés dice a este pueblo:
“Miren, yo les enseño los mandatos y decretos que me mandó el Señor, mi Dios. Pónganlos por obra, que ellos serán su prudencia y sabiduría ante los demás pueblos, que al oír estos mandatos comentarán: ¡Qué pueblo tan sabio y prudente es esa gran nación! Porque, ¿qué nación grande tiene un dios tan cercano como nuestro Dios, que cuando lo invocamos siempre está cerca? Y, ¿qué nación grande tiene unos mandatos y decretos tan justos como esta ley que yo hoy promulgo en presencia de ustedes?” (Dt 4,5-7).
Por tanto, la Ley, la Toráh es un gran regalo. Pero ¿cuál era el límite de este Ley? Que estaba escrita sobre piedra, sobre el pergamino. Daba buenas indicaciones. Indicaba cuáles eran los caminos equivocados que no se deberían seguir: no adulterio, no robar, no dar falso testimonio. Se trata de caminos que no hay que seguir pues eran caminos de muerte. ¿Cuál era el límite? Lo mismo que las indicaciones que encontramos en los caminos, las señales que nos indican el camino que hay que seguir y cuáles son los caminos equivocados., pero no te da la fuerza para caminar, para llegar a la meta.
De hecho, los israelitas habían hecho la experiencia trágica del límite de la Toráh, que era algo muy hermosa, pero no tuvieron la fuerza de practicarla y acabaron esclavos en Babilonia. El profeta Jeremías dice en el capítulo 31, un día el Señor hará una nueva alianza con su pueblo. No una alianza que luego Israel no tenga la fuerza de observarla, como solo una indicación exterior. Un día el Señor pondrá la Toráh no en un libro sino en el corazón de los israelitas. Y el corazón indicará el camino a seguir y dará la fuerza para practicar esta Toráh.
Pongamos un ejemplo para comprender lo que dice el profeta Jeremías. Una joven que todavía no es madre, pero se está preparando para ser madre, lee libros de psicología, de pedagogía que les dice cómo comportarse cuando los niños se encaprichan, no estudian, cuáles son los errores que hay que evitar. Son indicaciones sabias lo que estos libros le dan. Pero son externas a ella. El día en que se convierte en madre, cambia su naturaleza. Ahora las indicaciones no le vienen de los libros sino de su nueva naturaleza de madre. En todo momento le dicta lo que tiene que hacer. Por tanto, le dice también que debe dar su vida por su hijo si es necesario.
El Espíritu dado por Jesús es la nueva naturaleza de hijo o hija de Dios. Una naturaleza que te sugiere, en todo momento, cómo se comporta el hijo o la hija de Dios. Y, por medio de imágenes, Lucas presenta lo que sucede en el mundo y en la comunidad cristiana cuando llega el Espíritu.
La primera imagen: un terremoto. Un desbarajuste. Dice: “De repente vino del cielo…”. Por lo tanto, es un don de Dios. “Un ruido, como de viento huracanado, que llenó toda la casa donde se alojaban”. Es difícil imaginar una casa con un viento huracanado. ¿De qué casa se trata cuando llega el Espíritu? Expliquemos esta imagen. La casa, en hebreo בַּיִת = báyit tiene muchos significados. Ciertamente, es el lugar donde se habita, pero puede ser también la ‘dinastía’ – la ‘casa de David’; puede ser el templo que también es llamado ‘la casa’.
Pero, en este caso, como en muchos otros pasajes del Nuevo Testamento, la casa es la comunidad cristiana. Allí es donde entra este viento huracanado que abre todas las puertas y, los discípulos que antes eran timoratos salen de esta casa para ir a anunciar a todos el mensaje de mundo nuevo que trajo Jesús de Nazaret. Antes estaban llenos de temor. Este viento huracanado abre todas las puertas y les abre el corazón para ir a anunciar el mensaje del Maestro.
Este Espíritu es una fuerza irresistible. Este es el terremoto que llega al mundo; donde llega el Espíritu, da vuelta todo. Las estructuras de pecado que parecen imposible de cambiar caen bajo este terremoto. Parecían intocables, pero, en vez, se desbaratan. Los grandes poderes, las finanzas, las leyes del mercado, las fábricas de armamentos, la lógica de la ganancia que acaba convirtiendo a los pobres en más pobres… Pensemos en este mundo antiguo regido por las leyes del egoísmo que pensamos que nunca cambiará. NO. Se desmoronan cuando llega el Espíritu de Cristo. Incluso en la Iglesia – las estructuras poco evangélicas, esclerotizadas por tradiciones que vienen de siglos, cuando llega el Espíritu se desploman. Tenemos la experiencia durante el Concilio. ¡Cuántas cosas desaparecieron! Un verdadero terremoto. Hemos asistido al Espíritu irrumpir en el Concilio.
Segunda imagen: el fuego. “Aparecieron lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo”. ¿De qué fuego se trata? Sabemos ciertamente que no se trata de un fuego material. Conocemos bien esta imagen apocalíptica. Este fuego que viene del cielo es el que quema la maldad del mundo. De ello ha hablado el Bautista, y también Jesús. El Bautista: “Está por llegar el fuero que quemará la paja y dejará solamente el buen grano”. No es el fuego del castigo de Dios. Es el fuego del Espíritu que quema maldad que existe en el mundo. También Jesús habló de esto cuando dijo: “Vine a traer fuego a la tierra y ¡cómo desearía que ya estuviese ardiendo! (Lc 12,49).
Jesús no trajo a este mundo el fuego del infierno. El único fuego que Dios conoce es el fuego de su amor incondicional y totalmente gratuito. Este fuego es el DNA de Dios. Es su Espíritu. Es este fuego el que crea el mundo nuevo.
Tercera imagen: Las nuevas lenguas. La lengua sirve para comunicar. El mundo venía empleando un lenguaje viejo. ¿Cuál es el lenguaje que no es dictado por el Espíritu? Es el lenguaje de las amenazas, de los insultos, de las intimidaciones del que quiere imponer su propio prestigio, su presión sobre los más débiles. Este es el lenguaje viejo del reino animal donde todo es competición: por el territorio, por el alimento. Se utiliza este lenguaje viejo.
Cuando llega el Espíritu un lenguaje nuevo impera en el mundo. Es el lenguaje de la fraternidad, el lenguaje del amor que es el único lenguaje que Dios conoce. Todo lo anterior es lenguaje pre-humano. Regresemos al texto evangélico donde Jesús, durante la última cena, explica la nueva vida que se manifestará en ellos cuando estén animados por este Espíritu. Dice que vivirán como hijos e hijas de Dios. Escuchemos:
“Si alguien me ama cumplirá mi palabra, mi Padre lo amará, vendremos a él y habitaremos en él. Quien no me ama no cumple mis palabras, y la palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió. Les he dicho esto mientras estoy con ustedes. El Defensor, el Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre, les enseñará todo y les recordará todo lo que yo les he dicho”.
El Padre celestial ha mostrado su rostro; ha hecho brillar toda su belleza en Jesús de Nazaret. El Padre celestial moraba en Jesús, se podía contemplar al Padre celestial. Ahora Jesús ha terminado su misión. Ha que Jesús ha dejado este mundo ¿cómo puede mostrar su rostro el Padre celestial? ¿Cómo puede estar presente Jesús en el mundo para mostrar el rostro del Padre celestial? Lo ha dicho durante la última cena. El Padre celestial y él morarán en los discípulos.
A través de la presencia de los discípulos en el mundo la gente podrá contemplar el rostro de Dios y el rostro de Jesús. ¿Con qué condición? Siempre que se dejen involucrar en su amor, estoy es, que se muevan siempre según la naturaleza de hijos e hijas de Dios que les ha sido dada. Y dice que el Espíritu, esta vida divina, les enseñará todo. ¿Qué enseña? A conducir el vehículo. Sí, también a conducir bien. Enseña cómo conduce un hijo o hija de Dios. Si antes te guiabas para competir, para mostrar que eres al más fuerte, más feliz que los otros e, incluso, arriesgabas un accidente, respondías mal a los que te ofendían; ahora conduces según las sugerencias de tu nueva naturaleza que es la del hijo o hija de Dios. El Espíritu te enseñará todo. A comer y beber… Sí. Te enseñará a comer como lo hace un hijo de Dios. Por tanto, no derrocharás, no serás un glotón, no acumularás el pan para mañana cuando los demás tienen hambre hoy. Compartirás los bienes con los hermanos. Te enseñará cómo trabajar… Sí. Cómo trabajar en la política, te enseñará como hacer deporte porque harás todas estas cosas como un hijo o hija de Dios, por tanto, estarás siempre motivado por el amor. Te enseñará a ser estudiante… Sí. Te enseñará cómo estudiar; si antes estudiabas para competir, para superar a los demás, para humillar a los demás menos dotado que ti, ahora estudiarás como hijo o hija de Dios, por tanto, ayudarás a los que tienen más dificultad para aprender. Te enseñará cómo buscar amigos, cómo tratar incluso a los maleducados que encontrarás inevitablemente en tu camino.
Te enseñará todo. Pero su enseñanza no será solamente para decirte lo que debes hacer, sino que también te dará la fuerza, será un dinamismo interior que te llevará a vivir como hijo o hija de Dios y, por tanto, a revelar el rostro de Cristo y el del Padre celestial. Luego, este Espíritu “les recordará todo lo que yo les he dicho”. La sugerencia de la vida divina que está dentro de ti estará siempre en sintonía con lo que ha dicho Jesús de Nazaret.
Cuando tengas que hacer una elección, escucharás la voz de Jesús que has escuchado en el Evangelio, pues saber cómo piensa Jesús. El Espíritu, la vida divina dentro de ti, te dirá que Jesús tiene razón, que sigas lo que él ha dicho; ese el testimonio de la voz del Espíritu.
Por última vez este año, les deseo a todos feliz Pascua y les deseo a todos una buena semana.