Domingo 24 de Julio
DECIMOSÉPTIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Hablando a nuestro Padre
Saludo (Ver Rom. 8,14-15)
Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios
son hijos e hijas de Dios.
Hemos recibido un Espíritu
que nos hace hijos e hijas de Dios
y que nos permite llamar a Dios: ¡Abbá, Padre!
Que ese Espíritu esté siempre con ustedes.
Introducción del Celebrante
La primera oración larga que aprendimos de niños, y que todavía rezamos con más frecuencia, es sin duda el Padre Nuestro. ¿Es esa oración para nosotros más que una simple fórmula? ¿Es para nosotros, como lo fue para Jesús, una palabra de afecto y de ternura, y un grito de confianza y de relación íntima con Dios Padre? Estamos aquí ahora con Jesús ante nuestro Padre del cielo, y, sintiendo al Espíritu en nuestros corazones, clamamos gozosos y confiados: “¡Padre, Padre nuestro!”
Acto Penitencial
“Perdona nuestras ofensas
como nosotros perdonamos
a los que nos ofenden”…
Esta será hoy nuestra oración en la eucaristía.
(Pausa)
Señor Jesús, tú nos enseñaste
que Dios es nuestro Padre,
que nos ama y perdona,
con quien podemos hablar con toda confianza:
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo Jesús, tú nos has convocado hoy
para dar contigo gracias y alabanza
a nuestro Padre del cielo.
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, tú nos otorgaste perdón
y nos anuncias que ha llegado ya
la hora de reconciliarnos
y de vivir en paz unos con otros.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Ten misericordia de nosotros, Señor,
y borra de nosotros todos nuestros pecados.
Haznos mensajeros de tu perdón y tu paz
y llévanos a la vida eterna.
Oración Colecta
Oremos con toda sencillez a nuestro Padre del cielo
como Jesús mismo nos enseñó.
(Pausa)
Oh Dios y Padre nuestro:
Nosotros también pedimos a tu Hijo
que nos enseñe a orar
y él nos ha dicho que te hablemos con toda confianza.
Haznos suficientemente audaces
para rogarte con insistencia,
para seguir pidiendo lo que necesitamos
hasta que, en tu bondad,
te dignes otorgárnoslo,
y para seguir buscando hasta encontrar.
No permitas que nos olvidemos de rogar también
por las necesidades de nuestros hermanos y hermanas
y, antes que nada,
por las cosas realmente importantes, como son:
tú, tu voluntad y tu Reino.
Te lo pedimos en nombre de Jesús, nuestro Señor.
Primera Lectura (Gén 18,20-32): Oración insistente y confiada
Ante la oración insistente de Abrahán, el Dios justo está dispuesto a perdonar a las ciudades pecadoras en consideración a un puñado de gente buena y justa.
En aquellos días dijo el Señor: La denuncia contra Sodoma y Gomorra es seria y su pecado es gravísimo…23Entonces Abrahán se acercó y dijo: ¿De modo que vas a destruir al inocente con el culpable? 24Supongamos que hay en la ciudad cincuenta inocentes, ¿los destruirías en vez de perdonar al lugar en atención a los cincuenta inocentes que hay en él?… 26El Señor respondió: Si encuentro en la ciudad de Sodoma cincuenta inocentes, perdonaré a toda la ciudad en atención a ellos… 29Abrahán insistió… Me he atrevido a hablar a mi Señor. Supongamos que se encuentran veinte. Respondió: –No la destruiré, en atención a los veinte. 32Abrahán siguió: Que no se enfade mi Señor si hablo una vez más. Supongamos que se encuentran allí diez. Respondió: En atención a los diez no la destruiré.
Segunda Lectura (Col 2,12-14): Cristo, nuestro mediador
Nos hemos salvado por la muerte y Resurrección de Jesucristo, único Mediador entre Dios y los hombres con quien llegamos a ser uno en el Bautismo.
Hermanos: Ustedes han sido sepultados con Cristo Jesús en el bautismo y han resucitado con él por la fe en el poder de Dios, que lo resucitó a él de la muerte. 13Ustedes estaban muertos por sus pecados y la incircuncisión carnal; pero Cristo los hizo revivir con él, perdonándoles todos los pecados. 14Canceló el documento de nuestra deuda con sus cláusulas adversas a nosotros, y lo quitó de en medio clavándolo consigo en la cruz.
Evangelio (Lc 11,1-13): Hijos que hablan a su Padre
Antes de que Jesús enseñara a sus discípulos cómo y por qué orar, se manifestó a ellos como un hombre de oración.
Una vez estaba Jesús en un lugar orando. Cuando terminó, uno de los discípulos le pidió: Señor, enséñanos a orar como Juan enseñó a sus discípulos. 2Jesús les contestó: Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu nombre, venga tu Reino; 3el pan nuestro de cada día danos hoy; 4perdona nuestros pecados como también nosotros perdonamos a todos los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación. 5Y les añadió: Supongamos que uno tiene un amigo que acude a él a media noche y le pide: Amigo, préstame tres panes,6que ha llegado de viaje un amigo mío y no tengo qué ofrecerle. 7El otro desde dentro le responde: No me vengas con molestias; estamos acostados yo y mis niños; no puedo levantarme a dártelo. 8Les digo que, si no se levanta a dárselo por amistad, se levantará a darle cuanto necesita para que deje de molestarlo. 9Y yo les digo: Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá, 10porque quien pide recibe, quien busca encuentra, a quien llama se le abre. 11¿Qué padre entre ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? O, si le pide pescado, ¿le dará en vez de pescado una culebra? 12O, si pide un huevo, ¿le dará un escorpión? 13Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!
Oración de los Fieles
Oremos a nuestro Padre del cielo tal como él nos enseñó: con plena confianza. Y digamos: R/ Señor, escucha nuestra oración.
Padre nuestro, que sepamos qué dones pedir y estemos siempre dispuestos a acoger tu respuesta a nuestra oración, aun cuando sea diferente a nuestras propias expectativas. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.
Oración sobre las Ofrendas
Padre nuestro del cielo:
Tú estás siempre accesible y dispuesto;
por eso te presentamos ahora este pan y este vino.
Que esta eucaristía y todas nuestras oraciones
sean para nosotros una ocasión
de profundizar nuestra relación filial contigo,
de comprenderte mejor y de amarte más profundamente,
de entendernos mejor a nosotros mismos
y de amar mucho más a los hermanos,
por mediación de la oración
de Jesucristo nuestro Señor.
Introducción a la Plegaria Eucarística
Con frecuencia olvidamos una forma de oración, quizás la más importante de todas: la de alabanza y acción de gracias a Dios. En esta Plegaria Eucarística, nos unimos a Cristo mismo que da perfecta gloria y alabanza a nuestro Padre.
Invitación al Padre Nuestro
Con nuestro Señor Jesucristo
Digámosle a Dios “Padre nuestro”
y pidámosle todo lo que necesitamos.
R/ Padre nuestro…
Líbranos, Señor
Líbranos, Señor, de todos los males
y concédenos la paz en nuestros días.
Guárdanos libres de todo pecado
y protégenos del miedo,
de la rutina y del desaliento
cuando nos dirigimos a ti en oración.
Ayúdanos a trabajar con alegría y esperanza
por tu Reino y por la venida gloriosa entre nosotros
de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.
R/ Tuyo es el Reino…
Invitación a la Comunión
Éste es el Señor que nos dice:
“Pidan y recibirán;
busquen y encontrarán;
llamen y la puerta se les abrirá”.
Dichosos nosotros invitados
al banquete eucarístico del Señor
en el que se nos da como Pan de Vida eterna.
R/ Señor, no soy digno…
Oración después de la Comunión
Padre nuestro que estás en el cielo:
Te damos gracias por habernos dado a tu Hijo
en esta celebración eucarística.
Danos la gracia de aprender de él
no solamente a orar,
sino también a hacer vida lo que oramos
y transformarlo en buenas obras.
Que nuestra oración nos impulse
a comprometernos más profundamente
a llevar a todos perdón, justicia y amor,
y así todos alaben tu nombre
ahora y por los siglos de los siglos.
Bendición
Hermanos: El Señor nos ha proclamado su Palabra tranquilizadora: “Pidan y recibirán”.
El Padre nos dará lo que necesitemos. Que Dios todopoderoso esté siempre con nosotros. Que nos bendigan con todos sus buenos dones el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Y que su bendición nos acompañe siempre.