Liturgia viva

El calendario litúrgico anual

El gran mandamiento

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Viernes 23 de Agosto, 2024

 

20 Semana en Tiempo Ordinario

 

EL GRAN MANDAMIENTO

 

Oración Colecta

Señor Dios, Padre amoroso:

Tú te has vinculado a nosotros

con lazos de amor

y, en tus misteriosos designios,

quisiste que este amor apareciera entre nosotros

en forma y figura humana

en Cristo Jesús, tu Hijo.

Por nuestra parte, queremos que nuestro amor,

aunque limitado y vacilante,

refleje un poco la grandeza

del Amor con que tú nos amas

en Cristo Jesús, nuestro Señor.

 

Primera Lectura: Ezekiel 37,1-14: Huesos secos, escuchen la Palabra del Señor

En un tiempo en que muchos están confusos e inciertos con respecto al futuro de la Iglesia, e incluso del mundo, la profecía de Ezequiel es alentadora. Dios puede reavivar a su Pueblo, soplar su Espíritu sobre huesos secos para que vuelvan a tener vida. ¿Acaso no es la vida de Cristo y su Santo Espíritu de amor quienes pueden hacer que la Iglesia y el mundo afronten el futuro con nueva esperanza?

En aquellos días, la mano del Señor se posó sobre mí, y su espíritu me trasladó y me colocó en medio de un campo lleno de huesos. Me hizo dar vueltas en torno a ellos. Había una cantidad innumerable de huesos sobre la superficie del campo y estaban completamente secos.


Entonces el Señor me preguntó: "Hijo de hombre, ¿podrán acaso revivir estos huesos?" Yo respondí: "Señor, tú lo sabes". El me dijo: "Habla en mi nombre a estos huesos y diles: 'Huesos secos, escuchen la palabra del Señor. Esto dice el Señor Dios a estos huesos: He aquí que yo les infundiré el espíritu y revivirán. Les pondré nervios, haré que les brote carne, la cubriré de piel, les infundiré el espíritu y revivirán. Entonces reconocerán que yo soy el Señor' ".

Yo pronuncié en nombre del Señor las palabras que él me había ordenado, y mientras hablaba, se oyó un gran estrépito, se produjo un terremoto y los huesos se juntaron unos con otros. Y vi cómo les iban saliendo nervios y carne y cómo se cubrían de piel; pero no tenían espíritu. Entonces me dijo el Señor: "Hijo de hombre, habla en mi nombre al espíritu y dile: 'Esto dice el Señor: Ven, espíritu, desde los cuatro vientos y sopla sobre estos muertos, para que vuelvan a la vida' ".

Yo hablé en nombre del Señor, como él me había ordenado. Vino sobre ellos el espíritu, revivieron y se pusieron de pie. Era una multitud innumerable. El Señor me dijo: "Hijo de hombre: Estos huesos son toda la casa de Israel, que ha dicho: 'Nuestros huesos están secos; pereció nuestra esperanza y estamos destrozados'. Por eso, habla en mi nombre y diles: 'Esto dice el Señor: Pueblo mío, yo mismo abriré sus sepulcros, los haré salir de ellos y los conduciré de nuevo a la tierra de Israel. Cuando abra sus sepulcros y los saque de ellos, pueblo mío, ustedes dirán que yo soy el Señor. Entonces les infundiré mi espíritu, los estableceré en su tierra y sabrán que yo, el Señor, lo dije y lo cumplí' ".
 

Salmo Responsorial

Salmo 106, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9
R. (1) Demos gracias a Dios, porque nos ama.
Que lo confiesen los redimidos por el Señor,
los que él rescató de la mano del enemigo,
los que reunió de todos los países:
de norte y sur, de oriente y occidente.
R. Demos gracias a Dios, porque nos ama.
Andaban errantes por un desierto solitario,
no encontraban el camino de ningún poblado;
sufrían hambre y sed,
se les iba agotando la vida.
R. Demos gracias a Dios, porque nos ama.
Pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Los guió por un camino derecho,
para que llegaran a un poblado.
R. Demos gracias a Dios, porque nos ama.
Demos gracias a Dios porque nos ama,
por las maravillas que hace con los hombres.
El calmó la sed de los sedientos,
y a los hambrientos los llenó de bienes.
R. Demos gracias a Dios, porque nos ama.
 

Aclamación antes del Evangelio

Sal 24, 4. 5
R. Aleluya, aleluya.
Descúbrenos, Señor, tus caminos
y guíanos con la verdad de tu doctrina.
R. Aleluya.
 

Evangelio: Mateo 22,34-40: Amarás al Señor, tu Dios, y a tu prójimo como a ti mismo

En la Última Cena Jesús dijo: “En esto conocerán todos que ustedes son mis discípulos, en el amor que se tengan unos a otros.” Él está hablando no precisamente de cualquier clase de amor, sino del amor con que él mismo amó a sus discípulos, es decir, un amor que llega hasta el final, que no pone condiciones, que sacrifica todo si es necesario por los otros. Este es el amor calificado como “con todo el corazón, con toda el alma” y tan fuerte o más que el amor a sí mismo, del que habla el evangelio de hoy. Esta es una tremenda tarea para el cristiano; tarea que nunca acabará. ¿Es éste el tipo de amor que nos mueve?

En aquel tiempo, habiéndose enterado los fariseos de que Jesús había dejado callados a los saduceos, se acercaron a él. Uno de ellos, que era doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?"

Jesús le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se fundan toda la ley y los profetas".

 

Oración de los Fieles

  • Para que la Iglesia, Pueblo de Dios, no deje nunca de proclamar que el amor a Dios y al prójimo es el corazón del Evangelio, y que nuestros hermanos son don valioso de Dios para nosotros, roguemos al Señor.
  • Para que no perdamos nuestras vidas en la búsqueda de bienes materiales, éxito, competencia, placeres y demás, sino que prioricemos los vínculos de amistad, respeto, justicia y solidaridad, roguemos al Señor.
  • Para que en nuestras comunidades cristianas nos apoyemos unos a otros en vez de derribarnos; que nos aceptemos mutuamente con confianza y afecto sincero, y caminemos juntos en amor y esperanza, roguemos al Señor.

 

Oración de la Ofrendas

Señor Dios, Padre amoroso:

Tu mismo amor se nos mostró en forma humana

en tu Hijo Jesucristo, Dios hecho Hombre.

Que en esta eucaristía

eleve él nuestro amor humano a tu nivel divino,

para que entre nosotros

el amor no sea ya nunca más

un “deber u obligación”,

sino nuestra alegría y nuestra vida,

por causa de Jesucristo nuestro Señor.

 

Oración después de la Comunión

Señor Dios nuestro, Padre amoroso,

todo amor digno de este nombre

comienza en ti, conduce a ti y acaba en ti.

Por el Amor que nos has mostrado en tu Hijo Jesús,

convócanos a todos juntos

y que todo lo que hagamos

se convierta en un regalo y ofrenda

para ti y para los hermanos;

para que nuestro amor

sea más fuerte que la muerte

y así vivamos felices contigo para siempre,

por los siglos de los siglos.

 

Bendición

Hermanos: En esta eucaristía Jesús nos ha enardecido con su amor. Que su calor irradie en todos y cada uno de los que nos rodean. Con la bendición de Dios todopoderoso, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

 

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