Miércoles 5 de Febrero, 2025
Cuarta Semana Ordinario
¿QUIÉN CREEN QUE ES ÉL?
Oración Colecta
Oh Dios, Padre nuestro sin igual:
Tu Hijo, tu Palabra viviente,
vino a nosotros como uno de los nuestros,
formado de la misma carne y de la misma sangre.
Disponnos para acogerlo siempre
y para escuchar lo que él nos diga,
aun cuando su Palabra nos inquiete y nos moleste.
Y danos también valentía
para pasar esta misma palabra a otros,
para que nos libere a todos
y nos lleve a ti como pueblo tuyo querido.
Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.
Primera Lectura: Heb 12, 4-7.11-15 Dios reprende a los que ama
El autor de esta Carta anima a los cristianos que tienen que huir de Jerusalén por seguir a Cristo. Sí, efectivamente, sus sufrimientos son difíciles de soportar; pero Dios los ama.
Hermanos: Todavía no han llegado ustedes a derramar su sangre en la lucha contra el pecado, y ya se han olvidado de la exhortación que Dios les dirigió, como a hijos, diciendo: Hijo mío, no desprecies la corrección del Señor, ni te desanimes cuando te reprenda. Porque el Señor corrige a los que ama y da azotes a sus hijos predilectos. Soporten, pues, la corrección, porque Dios los trata como a hijos; ¿y qué padre hay que no corrija a sus hijos?
Es cierto que de momento ninguna corrección nos causa alegría, sino más bien tristeza. Pero después produce, en los que la recibieron, frutos de paz y santidad.
Por eso, robustezcan sus manos cansadas y sus rodillas vacilantes; caminen por un camino plano, para que el cojo ya no se tropiece, sino más bien, se alivie.
Esfuércense por estar en paz con todos y por aquella santificación, sin la cual no es posible ver a Dios. Velen para que nadie se vea privado de la gracia de Dios, para que nadie sea como una planta amarga, que hace daño y envenena a los demás.
Salmo Responsorial
Salmo 102, 1-2. 13-14. 17-18a
R. (cf 17) El Señor es bueno, el Señor nos ama.
Bendice al Señor, alma mía;
que todo mi ser bendiga su santo nombre.
Bendice, al Señor, alma mía,
y no te olvides de sus beneficios. R.
R. El Señor es bueno, el Señor nos ama.
Como un padre es compasivo con sus hijos,
así es compasivo el Señor con quien lo ama,
pues bien sabe él de lo que estamos hechos
y de que somos barro, no se olvida. R.
R. El Señor es bueno, el Señor nos ama.
El amor del Señor a quien lo teme,
es un amor eterno
y entre aquellos que cumplen con su alianza,
pasa de hijos a nietos su justicia. R.
R. El Señor es bueno, el Señor nos ama.
Aclamación antes del Evangelio
Juan 10, 27
R. Aleluya, aleluya.
Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor;
yo las conozco y ellas me siguen.
R. Aleluya.
Evangelio: Marcos 6, 1-6 A un profeta lo desrecia solo en su patria
Jesús utiliza su poder para hacer el bien y para dar a sus discípulos y al pueblo una lección objetiva sobre la fe. El de Jesús es un poder que da salud y vida. Cuando la mujer enferma toca a Jesús con una especie de fe mágica en su poder, él insiste en la fe; lo mismo hace, como una señal de su propia futura resurrección, cuando resucita a la hija de Jairo. ¿No habría de significar el poder también para nosotros una fuerza que alza y eleva, un poder de resurrección?
En aquel tiempo, Jesús fue a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba se preguntaba con asombro: “¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros? ¿Qué no es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas?” Y estaban desconcertados.
Pero Jesús les dijo: “Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa”. Y no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y estaba extrañado de la incredulidad de aquella gente. Luego se fue a enseñar en los pueblos vecinos.
Oración de los Fieles
Oración sobre las Ofrendas
Señor Dios nuestro:
Tú nos pides aceptar con fe
tu Palabra proclamada por tus mensajeros
y sobre todo por Jesucristo, tu Palabra viviente.
Haz que reconozcamos y acojamos
la humilde venida de tu Hijo
en estos signos sencillos de pan y vino.
Que su Palabra y la de los profetas
arraiguen en nosotros y nos transformen
en una comunidad en la que prevalezca
el amor, la fraternidad, la justicia y el perdón
propios de Jesucristo nuestro Señor.
Oración después de la Comunión
Señor Dios, Padre amoroso:
Tú nos permites participar de tu fuerza y poder
por medio de Jesucristo, tu Hijo entre nosotros.
Que su Palabra, que hemos escuchado hoy,
se haga verdad y realidad en nuestras vidas
y nos dé valor para proclamarla,
sin falsa vergüenza ni miedo,
a quienquiera que esté dispuesto a escucharla.
Te lo pedimos en el nombre de Jesús, el Señor.
Bendición
Hermanos: Hemos escuchado hoy a Jesús: Que su Palabra no caiga en oídos sordos y que no la guardemos sólo para nosotros, sino que la compartamos con los demás como un desafío para crear todos juntos una comunidad en la que imperen la justicia, la fraternidad y el amor. Para ello, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros y permanezca para siempre.
Una de las frases más conocidas de las enseñanzas de Jesús es aquella que afirma: «Nadie es profeta en su propia tierra». Decimos esta frase cuando nos sentimos ‘ninguneados/as’ por nuestras familias, amistades y conocidos, mientras que quienes nos valoran son extraños que no nos conocen pero que encuentran en nuestras acciones y palabras una fuente de alegría, sabiduría o esperanza. La que es hoy una de las principales religiones de la humanidad fue en su momento criticada y menospreciada. «¿No es este el carpintero?», preguntaron algunos. No supieron encontrar en lo cercano y lo familiar algo digno de valor, una manifestación del Reino. El proyecto del Reino nos recuerda que lo cotidiano, lo conocido, lo local, tiene el potencial de ser expresión de lo divino y un agente transformador de personas. ¡Que el Señor nos conceda ser testigos de su reino de justicia en nuestras relaciones más próximas!