Martes 14 de Marzo
3a semana de Cuaresma
“PERDÓNANOS COMO NOSOTROS PERDONAMOS”
Liturgia de la Palabra
Primera Lectura: Dn 3,25.34-43
Exilado en Babilonia, el pueblo de Dios, que se siente humillado y esclavizado a causa de su pecado, implora a Dios su perdón y su liberación.
Evangelio: Mt 18,21-35
La parábola que se narra en este evangelio nos pone al desnudo y nos interpela. Un Dios cuyo perdón no conoce límites vuelve nuestra mirada a nuestra capacidad de amar…
Oración Colecta
Señor Dios nuestro:
Nos consideramos a nosotros mismos
como tu pueblo elegido,
el pueblo que afirma ser tu signo de reconciliación.
¡Oh Dios, qué pobres somos!
Con cuánta frecuencia te fallamos
al perdonar quizás sólo por un acto de condescendencia,
como si hiciéramos un gesto de gran favor
a los que buscan reconciliarse con nosotros.
Señor, enséñanos a perdonar
de la misma manera y con la misma amplitud
con que tú nos perdonas:
totalmente, sin condiciones,
desde la bondad de nuestros corazones.
Danos esta grandeza de corazón
por medio de Jesucristo nuestro Señor.
Dn 3,25.34-43: Acepta nuestro corazón contrito
Sal 25: Señor, recuerda tu misericordia
Mt 18,21-35: Perdona a tu hermano y el Padre te perdonará
En aquel tiempo se acercó Pedro a Jesús y le preguntó: «Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?» 22Le contestó Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. 23Por eso, el Reino de los cielos se parece a un rey que decidió ajustar cuentas con sus sirvientes. 24Ni bien comenzó, le presentaron uno que le adeudaba diez mil monedas de oro. 25Como no tenía con qué pagar, mandó el rey que vendieran a su mujer, sus hijos y todas sus posesiones para pagar la deuda. 26El sirviente se arrodilló ante él suplicándole: “¡Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré!” 27Compadecido de aquel sirviente, el rey lo dejó ir y le perdonó la deuda. 28Al salir, aquel sirviente tropezó con un compañero que le debía cien monedas. Lo agarró del cuello y mientras lo ahogaba le decía: “¡Págame lo que me debes!” 29Cayendo a sus pies, el compañero le suplicaba: “¡Ten paciencia conmigo y te lo pagaré!” 30Pero el otro se negó y lo hizo meter en la cárcel hasta que pagara la deuda. 31Al ver lo sucedido, los otros sirvientes se sintieron muy mal y fueron a contarle al rey todo lo sucedido. 32Entonces el rey lo llamó y le dijo: “¡Sirviente malvado, toda aquella deuda te la perdoné porque me lo suplicaste! 33¿No tenías tú que tener compasión de tu compañero como yo la tuve de ti?” 34E indignado, el rey lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. 35Así los tratará mi Padre del cielo si no perdonan de corazón a sus hermanos».
Oración de los Fieles
Oremos juntos a nuestro Padre celestial, que nos enseña a perdonar sin medidas, diciendo: R/Señor, haznos instrumentos de tu Reconciliación.
Oración sobre las Ofrendas
Padre misericordioso:
Acogemos a tu Hijo Jesucristo
en estos signos de pan y vino
como al Señor del perdón
que entregó su vida por nosotros.
Que nosotros, a quienes llamas tus elegidos,
queridos y llamados a ser santos,
estemos dispuestos a perdonar de buena gana
a pesar de antipatías y de sentimientos heridos,
de modo que seamos los unos para los otros
signos de tu perdón,
como fieles seguidores de Cristo nuestro Señor.
Oración después de la Comunión
Señor:
Es hermoso pero difícil
ser el Cuerpo místico de tu Hijo,
signo de perdón y vida
que él trae al mundo.
Pero danos el valor, a pesar de y más allá
de nuestros sentimientos demasiado humanos
–simpatías y antipatías–
para llevar a todos los que nos rodean
tu mensaje de amor, tolerancia,
alegría y paz,
que tú nos dado aquí de nuevo
por medio del Cuerpo y Sangre
de Jesucristo nuestro Señor.
Bendición
Hermanos: Somos hombres y mujeres que hemos recibido perdón del Señor, y –así lo esperamos–también de los hermanos. Nosotros deberíamos aprender también a perdonar, de modo que nuestra oración en el Padre Nuestro sea verdadera. Que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.
Nos cuesta familiarizarnos con la palabra “límite” en una sociedad que nos habla constantemente de lo ilimitado. Y muchas veces, para vivir moderadamente, necesitamos ir limitando las experiencias, conocer el ambiente que nos rodea para controlar, en la medida de nuestras posibilidades, aquello que nos pueda afectar. En un mundo de excesos la austeridad y la moderación son el camino que realmente conduce a la libertad y y a la paz.. La parábola de hoy nos invita a tomar conciencia de que, de una u otra forma, todos somos deudores. Seguramente tenemos deudas acumuladas con nosotros mismos, con los demás ycon la misma Creación. Y seguramente conocemos a personas que no se limitan y prefieren derrochar hasta lo que no tienen. No caigamos en la trampa de creer que quien más posee es más feliz. Recordemos que quien no paga sus deudas personales y comunitarias, compromete su futuro y el de los suyos. Y agradezcamos y cuidemos nuestro tesoro más preciado: la VIDA.