Jueves 4 de Mayo
SERVIDORES CON CRISTO
Liturgia de la Palabra
Primera Lectura: Hch 13,13-25
Pablo presenta a Cristo como aquel en quien se realiza todo el Antiguo Testamento y la Promesa. Todo, absolutamente todo lo sucedido, celebrado y padecido por los antepasados, aunque a veces no pudieran comprenderlo, fue historia de Salvación en la que Dios hizo crecer a su Pueblo para estar en su Presencia.
Evangelio: Jn 13,16-20
Esta lectura se dirige hoy al corazón de nuestra Iglesia y a todos nosotros. Jesús nos dice: “El que reciba al que yo envíe, a mí me recibe” y nos interpela sobre el modo en que recibimos nosotros a los enviados de Dios.
Oración Colecta
Oh Dios todopoderoso:
Tu Hijo Jesús nos recuerda hoy
que no somos mayores que tu Siervo
y servidor nuestro, Jesús,
nuestro Maestro y Señor.
Danos aguante y resistencia
para servirte a ti y a los hermanos
sin esperar recompensa o gratitud,
y para aceptar las dificultades y contradicciones,
que son parte de la vida cristiana,
y que son algo normal para los seguidores
de aquel que cargó la cruz por nosotros,
Jesucristo, nuestro Señor.
Hch 13,13-25: Un salvador para Israel
Sal 89: «Cantaré eternamente las misericordias del Señor»
Jn 13,16-20: «Quien reciba al que envié, me recibe a mí»
Cuando Jesús acabó de lavar los pies a sus discípulos, les dijo: «Les aseguro que el sirviente no es más que su señor, ni el enviado más que el que lo envía. 17Serán felices si, sabiendo estas cosas, las cumplen. 18No hablo de todos ustedes, porque sé a quiénes he elegido. Pero se ha de cumplir aquello de la Escritura: “El que compartía mi pan se levantó contra mí”. 19Se lo digo ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, crean que Yo soy. 20Les aseguro: quien reciba al que yo envíe me recibe a mí, y quien me recibe a mí recibe al que me envió».
Oración de los Fieles
Con toda la Iglesia, oramos por los misioneros y las misioneras que llevan tu Evangelio hasta los confines de la Tierra. Y decimos: R/Ser fieles a la misión que nos encomiendas, Señor.
Oración sobre las Ofrendas
Señor Dios nuestro:
Mientras tú mismo Hijo Jesús nos sirve
en estos signos de pan y vino,
él nos pide beber con él la copa
de un servicio generoso y sacrificado.
Que tu Hijo nos llene de aquel amor
que solo piense
que uno es grande cuando sirve a los demás
y cuando usa su vida
para dar a los otros una oportunidad para vivir.
Que ojalá no busquemos otro premio y recompensa
por el servicio prestado
que poder compartir el mismo destino de Jesús,
Señor y Salvador nuestro,
que vive y reina por los siglos de los siglos.
Oración después de la Comunión
Oh Padre amoroso:
En esta celebración eucarística
tu Hijo Jesús ha estado con nosotros,
como el servidor de todos.
Que él disponga nuestros corazones
y nos dé un espíritu abierto y sensible
para comprender y aceptar a los otros,
para acompañarlos en el camino de la vida,
para sufrir con ellos en sus penas,
para alegrarnos con sus alegrías
y para saber llevar los unos las cargas de los otros;
porque sólo así Jesús estará realmente con nosotros
ahora y por los siglos de los siglos.
Bendición
Hermanos: Jesús nos ha recordado hoy que el amor es lo que impulsa a la misión y al servicio, y hace a este último entregado y discreto. Para que sepamos servir desinteresadamente y entregarnos con generosidad a nuestra misión, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.
La Palabra de Dios primero se ha anunciar (kerigma); esa es la tarea del «profeta». Pero luego se debe acompañar el proceso de asimilación (catequesis): esa es la tarea del «maestro». La misión supone presentar a Jesús para que el oyente establezca una relación personal con él. Después, en el proceso de maduración de esa relación, es necesario el testimonio que permita comprender los alcances y las consecuencias de ser discípulo o discípula. Uno de los grandes errores cometidos a lo largo de la historia de la Iglesia no solo apunta a una deficiente catequesis de contenidos (interpretaciones erróneas) sino a la falta de vivencia y testimonio de aquello que se anuncia. Necesitamos referentes que anuncien con pasión que vale la pena vivir el Evangelio y que pertenecer al espacio del Reino nos da nueva mentalidad, nuevas relaciones y un mundo mejor para todos. El Espíritu de nuestro bautismo necesita permanente renovación, para una confirmación amorosa madura y consciente. Y la comunión eucarística, de nuestro testimonio para que el mundo crea.