Jueves 8 de Junio
EL AMOR ES MÁS QUE SACRIFICIOS
Liturgia de la Palabra
Primera Lectura: Tb 6,11; 7,1.9-14; 8,4-7
La unión de Tobías y Sara se sitúa en el marco histórico del exilio del pueblo judío en Babilonia, tiempo de angustia y nostalgia por la patria perdida. En ese contexto, el matrimonio entre personas del mismo Pueblo evitaba que entraran al seno de Israel otras creencias o dioses.
Evangelio: Mc 12,28-34
Dos veces al día, los judíos piadosos recitaban el “Escucha, Israel”, en el que profesaban el amor de Dios como su mandamiento fundamental. Jesús le añade el amor al prójimo, pero no solo lo proclama: lo vive al máximo.
Oración Colecta
Oh Dios, Padre nuestro,
tú quieres que tu corazón
sea la medida de nuestro amor,
pero tú eres siempre
más grande que nuestro corazón.
Te pedimos que en esta eucaristía
tu Hijo Jesucristo nos dé
un corazón de carne en el que arda
un fuego de amor inextinguible,
y que nos impulse a seguirle plenamente
hacia ti y hacia todos los que nos has encomendado.
Te lo pedimos por Cristo, nuestro Señor.
Tb 6,10-11a; 7,1.9-17; 8,4-10: «Dios los trajo para que mi hija se case contigo»
Sal 128: «Dichosos los que temen al Señor»
Mc 12,28b-34: «No hay mandamiento mayor que éstos»
En aquel tiempo, un letrado se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Cuál es el precepto más importante?» 29Jesús respondió: «El más importante es: “Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es uno solo. 30Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todas tus fuerzas”. 31El segundo es: “Amarás al prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que éstos.» 32El letrado le respondió: «Muy bien, maestro; es verdad lo que dices: el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él. 33Que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios». 34Viendo Jesús que había respondido acertadamente, le dijo: «No estás lejos del reino de Dios». Y nadie se atrevió a dirigirle más preguntas.
Oración de los Fieles
Oración sobre las Ofrendas
Oh Dios de amor,
en esta eucaristía celebramos
el memorial del sacrificio de Jesús,
que nos mostró la extensión
sin medida de su amor.
Que él haga nuestro amor
tan ancho y profundo como el suyo,
aun cuando ello trastorne
la rutina de nuestra vida.
Y que esto sea el sacrificio
que ahora te ofrecemos,
por Jesucristo nuestro Señor.
Oración después de la Comunión
Oh Dios, Padre nuestro,
¿hacia dónde nos va a conducir
el estar abiertos a ti
y dispuestos a tus llamados,
el entrar en el mundo interior
de hermanos nuestros
heridos por la vida,
heridos por otras personas
e incluso por nosotros mismos,
el oír sus gritos y acogerlos a todos
bondadosamente en nuestro corazón?
Por la fuerza de esta eucaristía,
ayúdanos, Señor, a acercarnos y encontrarnos
afectuosamente con nuestros prójimos,
a compartir su pan, sus alegrías y sus miserias,
y a encender nueva esperanza en sus corazones.
Que esto sea, Padre de bondad,
nuestra respuesta a tu amor,
por Jesucristo nuestro Señor.
Bendición
Ciertamente, amar al prójimo como a sí mismo requiere frecuentes sacrificios Y, por lo tanto, es de mayor valor que los sacrificios rituales. Que el Señor nos inspire y nos mueva a esa entrega comprometida a los hermanos. Y que a todos nos bendiga el Padre, y el Hijo y el Espíritu Santo.
Ante el mandamiento del amor propuesto por Jesús, no es posible amar a Dios sin amar al prójimo, ni amar al prójimo sin amarnos a nosotros mismos. Estas tres vertientes del amor están íntimamente ligadas. Así que, si decimos amar a Dios, necesariamente tales sentimientos se reflejarán en el fomento de una espiritualidad del cuidado a nosotros mismos, a los demás y a la Creación entera (invitados a verla como prójimo a quien también debemos amar). El amor a Dios y al prójimo es un reto que nos convoca diariamente desde nuestro entorno cercano en el hogar, para luego hacerlo presente en la comunidad. Y es que el amor que nos profesamos como hijos e hijas de Dios solamente se hace visible con gestos y acciones concretas; así como concreta es la común-unión del reino de Dios. De nada vale estar presentes en la Santa Misa si no tenemos amor en nuestros corazones, porque como lo dijo el letrado o escriba: “amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios”.