Lunes 12 de Junio
BIENAVENTURANZAS
Liturgia de la Palabra
Primera Lectura: 2 Cor 1,1-7
Pablo nos comunica el consuelo de Dios. Nos habla de un Dios de consolación que no solo alivia en el dolor y la tristeza, sino que nos comunica su fuerza, nos hace más fuertes, nos hace valientes.
Evangelio: Mt 5,1-12
Lo que Jesús propone en las Bienaventuranzas es una revolución, una vuelta del revés de los valores. Pero no nos sentimos demasiado deseosos de tomarlas en serio; las Bienaventuranzas son demasiado molestas y desagradables... Muchos afirman que son utópicas, pero eso mismo se puede decir de muchas partes del Evangelio, a no ser que se tenga verdadera fe. Los seguidores de Cristo son soñadores: sueñan en una fraternidad universal de todos los hombres, en una tierra y un mundo mejores.
Oración Colecta
Señor Dios nuestro,
cuando tu Hijo proclamó su Buena Noticia
a los pobres y ciegos, ellos lo entendieron,
porque sabían bien lo que significa
no estar satisfechos de la vida y no poder ver.
Desde el Evangelio,
concédenos sentirnos pobres con los hambrientos,
andar a tientas con los ciegos,
sentirnos impotentes con los indefensos,
con los pequeños, con los que no cuentan,
para que experimentemos bien adentro,
hasta en la médula de nuestros huesos,
el mensaje de tu Palabra
y lo compartamos como Buena Noticia
con todos los que nos rodean,
en el nombre de Jesucristo nuestro Señor.
2Cor 1,1-7: Dios nos alienta para que alentemos a los demás
Sal 34: «Gusten y vean qué bueno es el Señor»
Mt 5,1-12: «Dichosos los pobres en el espíritu»
En aquel tiempo, al ver a la multitud, Jesús subió al monte. Se sentó y se le acercaron los discípulos. 2Tomó la palabra y comenzó a enseñarles del siguiente modo: «3Felices los pobres de corazón, porque el reino de los cielos les pertenece. 4Felices los afligidos, porque serán consolados. 5Felices los desposeídos, porque heredarán la tierra. 6Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. 7Felices los misericordiosos, porque serán tratados con misericordia. 8Felices los limpios de corazón, porque verán a Dios. 9Felices los que trabajan por la paz, porque se llamarán hijos de Dios. 10Felices los perseguidos por causa del bien, porque el reino de los cielos les pertenece. 11Felices ustedes cuando los injurien y los persigan y los calumnien falsamente de todo por mi causa. 12Alégrense y pónganse contentos porque el premio que les espera en el cielo es abundante. De ese mismo modo persiguieron a los profetas anteriores a ustedes».
Oración de los Fieles
Oración sobre las ofrendas
Señor, Dios nuestro,
desde la pobreza y el vacío de nuestros corazones
colocamos sobre este altar
un trozo de pan y un sorbo de vino.
No es mucho, Señor,
pero sabemos que tú puedes liberar,
con cosas sencillas
y con gente consciente, de su indigencia.
Por eso te rogamos:
Cambia este pan y este vino en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo,
y cámbianos a nosotros en hombres y mujeres
beneficiados con tu vida
y que se enriquezcan a sí mismos
entregando sin medida a los demás
su tiempo, atención y amor.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.
Oración después de la Comunión
Señor, Dios nuestro,
tú escribes derecho con líneas torcidas.
Haz que las desconcertantes palabras de tu Hijo
en las Bienaventuranzas
nos despierten y nos permitan ver
dónde podemos encontrar tu felicidad,
ya que es la única que dura y permanece.
Y que tu Hijo, aquí ahora con nosotros,
sea nuestro alimento para el camino hacia ti,
Dios nuestro, por los siglos de los siglos.
Bendición
A los discípulos de Jesús nos llaman “bienaventurados”, es decir dichosos y felices, si estamos tan abiertos a Dios que le permitimos llenarnos con algo de su propia felicidad. Para ello tenemos que ser pobres, vacíos de nosotros mismos. Entonces obtendremos la felicidad del Reino de Dios como un saboreo anticipado de la felicidad celestial. Pongámonos en las manos de Dios y pidámosle que nos bendiga bondadosamente, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
El mensaje de las bienaventuranzas de Mateo permite vislumbrar la presencia de la justicia y la misericordia en el ámbito del Reino proclamado por Jesús. Nos continúa pareciendo un contrasentido que se felicite a quien sufre, llora o es perseguido. Lo que no terminamos de asimilar es que exista un lugar en el que todas estas personas desfavorecidas e incómodas sean consoladas, dignificadas y defendidas. ¿Y dónde existe este lugar? Pues para Jesús, todo comenzaba en el corazón y de aquí debían brotar las actitudes que fomentarían nuevas formas de relacionarse. Y si lo queremos ubicar en el lugar, tendrá que ser en las comunidades discipulares que se disponen a testimoniar el amor y la misericordia de Dios. Materializar ese mensaje de esperanza, justicia y amor solo es posible si cada creyente asume el compromiso de comportarse diferente. Y como nuestro mundo actual sigue provocando miseria y desigualdad, la misión es cada vez más urgente. Comencemos a vivir en familia y en comunidad la experiencia dignificante y liberadora del Reino de Dios.