Liturgia viva

El calendario litúrgico anual

El tesoro escondido

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Miércoles 30 de Julio, 2025

 

Decimaséptima Semana en Tiempo Ordinario

 

EL TESORO ESCONDIDO

 

Oración Colecta

Señor Dios, Padre nuestro:

Nuestro corazón permanece inquieto

hasta que haya descubierto la paz que tú nos ofreces

en tu Hijo Jesucristo.

Ayúdanos a poner nuestra confianza y alegría

no en cosas frágiles, perecederas,

sino en tu Hijo, en su Buena Nueva de Salvación,

y en el Reino que vino a instaurar entre nosotros.

Haznos pobres de espíritu y receptivos;

danos a cada uno de nosotros un corazón atento y sabio

para seguir buscando hasta que te encontremos a ti

en Jesús y en nuestros hermanos.

Te lo pedimos por el mismo Cristo, Señor nuestro,

que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo

Y es Dios por los siglos de los siglos.

 

Primera Lectura: Éxodo 34,29-35 Al ver a Moisés, no se acercaron a él

El resplandor en la cara de Moisés refleja su íntima relación con Dios. Moisés es el profeta, el líder, el mediador entre Dios y su Pueblo, el reconciliador.

Cuando Moisés bajó del monte Sinaí con las dos tablas de la alianza en las manos, no sabía que tenía el rostro resplandeciente por haber hablado con el Señor.

Aarón y todos los hijos de Israel miraron a Moisés, y al ver que su rostro resplandecía, tuvieron miedo de acercársele. Pero Moisés los llamó, y entonces Aarón y todos los jefes del pueblo se acercaron y Moisés habló con ellos. A continuación se le acercaron también todos los israelitas y él les comunicó todo lo que el Señor le había ordenado en el monte Sinaí. Cuando Moisés acabó de hablar con ellos, se cubrió el rostro con un velo.

Siempre que Moisés se presentaba ante el Señor para hablar con él, se quitaba el velo de su rostro, y al salir, comunicaba a los israelitas lo que el Señor le había ordenado.

Ellos veían entonces que el rostro de Moisés resplandecía, y Moisés cubría de nuevo su rostro, hasta que entraba a hablar otra vez con el Señor.

 

Salmo Responsorial 99: Santo es el Señor, nuestro Dios

R. (cf. 9c) Santo es el Señor, nuestro Dios.
Alaben al Señor, nuestro Dios,
y póstrense a sus pies,
pues el Señor es santo.
R. Santo es el Señor, nuestro Dios.
Moisés y a Aarón, entre sus sacerdotes,
y Samuel, entre aquellos que lo honraban,
clamaron al Señor y él los oyó.
R. Santo es el Señor, nuestro Dios.
Desde la columna de nubes les hablaba
Y ellos oyeron sus preceptos
y la ley que les dio.
R. Santo es el Señor, nuestro Dios.
Alaben al Señor, nuestro Dios,
póstrense ante su monte santo:
pues santo es nuestro Dios.
R. Santo es el Señor, nuestro Dios.

 

Aclamación antes del Evangelio

Juan 15,15

R. Aleluya, aleluya.
A ustedes los llamo amigos, dice el Señor,
porque les he dado a conocer
todo lo que le he oído a mi Padre.
R. Aleluya.

  

Evangelio: Mateo 13,44-46 Vende todo lo que tiene y compra el campo

¿Ustedes venderían todo lo que tienen por poseer un tesoro escondido o la perla más fina que existe? ¿Y si ese tesoro scondido o esa perla fueran el Reino de Dios? Dos parábolas preciosas nos sacuden el orden de prioridades con el que vivimos los que decimos seguir al Señor de la Vida.

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo: lo descubre un hombre, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, vende todas sus posesiones para comprar aquel campo. 45El reino de los cielos se parece a un comerciante de perlas finas: 46al descubrir una de gran valor, va, vende todas sus posesiones y la compra».

 

Oración de los Fieles

  • Por todos los cristianos. Para que amen su fe y su vida en Cristo y sigan viviendo según sus convicciones, roguemos al Señor.
  • Por los gobernantes y líderes de las naciones. Para que, mientras trabajan por la prosperidad y progreso, no pierdan de vista lo que es verdaderamente esencial: la gente, la dignidad de las personas, y los más profundos valores humanos, roguemos al Señor.
  • Por nuestros jóvenes, para que sus padres y la Iglesia les transmitan su fe viva y el espíritu de servicio tanto a Dios como a los hombres, roguemos al Señor.

 

Oración sobre las Ofrendas

Señor Dios nuestro:

Crea entre ti y en nosotros una comunión sana de amor.

Ven a nosotros en tu Hijo Jesucristo,

en esta eucaristía y en nuestra vida de cada día;

y reina en nosotros,

toma posesión de nosotros

para decidir y perdonar,

para santificar e iluminar,

para dirigirnos y renovarnos por tu gracia.

Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.

 

Oración después de la Comunión

Oh Dios, Padre nuestro:

En esta celebración eucarística

nos has dado de nuevo a tu propio Hijo Jesucristo.

Que él sustente en nosotros el crecimiento de tu Reino.

Que abra nuestros ojos a la bondad

y, al mismo tiempo, al valor relativo

de las cosas de este mundo.

Y que él nos ayude a percatarnos

de que nuestra personalidad y existencia humanas

no son más que la manera concreta

por las que nos tú llamas

y por las que nosotros respondemos a tu llamada

para construir tu Reino en nuestro mundo.

Te los pedimos en el nombre de Jesús, el Señor.

 

Bendición

Hermanos: Sabemos que Dios nos tiene gran cariño. Ojalá Dios, nuestra fe y el Reino sean nuestra alegría y nuestro tesoro. Que Dios sea nuestra felicidad. Y que él nos bendiga bondadosamente, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Que esta bendición permanezca para siempre.

Las parábolas que, en esencia, comparten los mismos elementos, quieren insistir en la plenitud que se puede alcanzar  cuando se procura vivir en sintonía con los valores del Reino. El Reino es capaz de transformar nuestra manera de abrazar la vida, de relacionarnos, de ponderar los bienes materiales y , fundamentalmente, el lugar que le damos a Dios en nuestras vidas. El Reino se  se palpita y construye en los encuentros generadores de vida nueva y buena. El primer encuentro es con Dios, que llega a resignificar y dignificar nuestra vida; el segundo encuentro, igual de importante, es con los múltiples rostros de nuestras hermanas y hermanos, especialmente de quienes más sufren.  El Dios de Jesús es un Dios encarnado. Esta experiencia, que libera los corazones del egoísmo, las injusticias, el odio, el rencor, transforma la realidad y poco a poco convierte nuestro mundo en un mundo más humano. Ningún otro espacio plenifica la vida como lo hace el Reino.

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