Liturgia viva

El calendario litúrgico anual

Amarás al Señor tu Dios

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Viernes, 22 de Agosto, 2025

 

20 Semana en Tiempo Ordinario

 

Amarás al Señor tu Dios

 

Oración Colecta

Señor, Dios todopoderoso:

Tú envías hoy un mensaje de esperanza

a un mundo que está dividido,

luchando contra fuerzas deshumanizantes,

y también a una Iglesia que está confundida

y a veces desalentada.

Con tu gracia, llámanos a sacudir nuestra cansada pereza;

sopla tu Espíritu de vigor y amor en nuestros huesos secos

para que la esperanza llene nuestros corazones

y el amor nos haga caminar

optimistas hacia adelante

a causa de Aquel que vino para hacer todo nuevo,

Jesucristo nuestro Señor.

 

Primera Lectura: Rut 1,1-2ab.3-6.14b-16.22: «Tu Dios será mi Dios»

Contra el estrecho nacionalismo de los Jueces y de Ezra-Nehemías, el pequeño libro de Rut da un bellísimo ejemplo de que incluso los no judíos pueden ser parte del Pueblo de Dios.

En tiempo de los jueces, hubo hambre en el país de Judá y un hombre de Belén, llamado Elimélek, se fue a residir con Noemí, su esposa, y sus dos hijos a la región de Moab.

Murió Elimélek, y Noemí se quedó sola con sus dos hijos. Estos se casaron con dos mujeres moabitas: una se llamaba Orpá y la otra, Rut. Vivieron ahí unos diez años y murieron también los hijos de Noemí, Malón y Kilión, y ella se quedó sin hijos y sin esposo.

Entonces decidió abandonar los campos de Moab y regresar al país de Judá con sus dos nueras, porque oyó decir que el Señor había favorecido al pueblo y le daba buenas cosechas. Se pusieron, pues, en camino, para volver a la tierra de Judá. Entonces Noemí dijo a sus dos nueras: "Vuélvase cada una a casa de su madre. Que el Señor tenga piedad de ustedes, como ustedes la han tenido con mis hijos y conmigo".

Ellas rompieron a llorar y Orpá besó a su suegra, Noemí, y se volvió a su pueblo; pero Rut se quedó con su suegra. Entonces Noemí le dijo a Rut: "Tu concuña se ha vuelto a su pueblo y a sus dioses; vuélvete tú también con ella". Pero Rut respondió: "No insistas en que te abandone y me vaya, porque a donde tú vayas, iré yo; donde tú vivas, viviré yo; tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios".

Así fue como Noemí, con su nuera Rut, la moabita, regresó de los campos de Moab y llegó con ella a Belén, al comienzo de la cosecha de la cebada.

 

Salmo Responsorial

Salmo 145, 5-6. 7. 8-9a. 9bc-10

R. (2a) Alabaré al Señor toda mi vida.
Dichoso aquel que auxiliado
por el Dios de Jacob,
y pone su esperanza
en el Señor, su Dios,
que hizo el cielo y la tierra,
el mar y cuanto el mar encierra.
R. Alabaré al Señor toda mi vida.
El Señor siempre es fiel a su palabra,
y es quien hace justicia al oprimido;
él proporciona pan a los hambrientos
y libera al cautivo.
R. Alabaré al Señor toda mi vida.
Abre el Señor los ojos de los ciegos
y alivia al agobiado.
Ama el Señor al hombre justo
y toma al forastero a su cuidado.
R. Alabaré al Señor toda mi vida.
A la viuda y al huérfano sustenta
y trastorna los planes del inicuo.
Reina el Señor eternamente,
reina tu Dios, oh Sión, reina por siglos.
R. Alabaré al Señor toda mi vida.

 

Aclamación antes del Evangelio

Salmo 24, 4. 5

R. Aleluya, aleluya.
Descúbrenos, Señor, tus caminos
y guíanos con la verdad de tu doctrina.
R. Aleluya.

 

Evangelio: Mt 22,34-40: «Amarás al Señor tu Dios y a tu prójimo como a ti mismo»

En la Última Cena Jesús dijo: “En esto conocerán todos que ustedes son mis discípulos, en el amor que se tengan unos a otros.” Él está hablando no de cualquier clase de amor, sino precisamente del amor con que él mismo amó a sus discípulos, es decir, un amor que llega hasta el final, que no pone condiciones, que sacrifica todo si es necesario por los otros. Este es el amor calificado como “con todo el corazón, con toda el alma” y tan fuerte o más que el amor a sí mismo, del que habla el evangelio de hoy. Esta es una tremenda tarea para el cristiano; tarea que nunca acabará. ¿Es éste el tipo de amor que nos mueve?

En aquel tiempo, habiéndose enterado los fariseos de que Jesús había dejado callados a los saduceos, se acercaron a él. Uno de ellos, que era doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?"

Jesús le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se fundan toda la ley y los profetas".

 

Oración de los Fieles

  • Señor, tú que eres nuestra Resurrección y vida, sopla tu Espíritu en nuestros huesos secos para que seamos una Iglesia viva en nuestro tiempo con el calor de tu amor, te pedimos.
  • Señor, reaviva nuestro amor por los desheredados y los que sufren, te pedimos.
  • Señor, renueva nuestras comunidades para que realmente sepamos servirnos sin reserva unos a otros, te pedimos.

 

Oración sobre las Ofrendas

Señor Dios nuestro:

En estos signos de pan y vino

revivimos la comida sagrada

en la que tu Hijo nos invitó

a amarnos unos a otros

como él te amó y nos amó.

Escribe estas palabras con fuego

en nuestros corazones y en nuestras obras

para que nunca las olvidemos,

sino que por su poder

nos renovemos interiormente,

a nosotros mismos, a la Iglesia y al mundo,

y marchemos a la tierra de las promesas,

donde tú serás nuestro Dios

por los siglos de los siglos.

 

Oración después de la Comunión

Señor Dios nuestro:

En esta eucaristía nos has asegurado de nuevo

que tú estás siempre con nosotros

y que puedes dar nueva vida

a nuestros huesos secos.

Llénanos con el Santo Espíritu

de tu Hijo Jesucristo:

Que él ponga alas a nuestros sueños

de un mundo nuevo que respete la dignidad humana,

que hable de tus maravillosas obras

y que nos conduzca a tu nuevo cielo

donde todos van a alabarte

por los siglos de los siglos.

 

Bendición

Hermanos: Abrámonos al Espíritu del Señor y que él aliente nueva vida en nuestros huesos, viejos y secos. Que nos dé vida. Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.

El pasaje del evangelio de hoy nos muestra el fundamento de la vida cristiana y las exigencias de vivir al estilo de Jesús. Nos dice: «Amarás a Dios y al prójimo como a ti mismo». Esta es la norma de oro con la que todo cristiano debería regirse. Se trata de una relación inseparable que se basa en el principio del amor. Una persona no puede decir que ama a Dios mientras hace el mal (de palabra, obra u omisión) a sus hermanos. Y aunque por momentos somos incoherentes, no podemos alimentar una relación con Dios separada de la comunión con las personas. Lo mismo sucede si una persona se descuida a sí, con el pretexto de estar siempre para los demás. La relación amor a Dios–al prójimo–a uno mismo, es íntima y perfecta en su equilibrio y compensación. Por lo tanto, empecemos por amar a Dios en nuestra propia historia, con sus aciertos y desaciertos, y respetémonos y cuidémonos a nosotros mismos para ser capaces de hacerlo también con nuestras hermanas y nuestros hermanos y el resto de la Creación.

 

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