VIGÉSIMOSEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Seguir a Jesús es arriesgado
Nuestro culto principal es nuestra vida cristiana
El Señor nos dice a nosotros, sus discípulos, hoy: “Vengan, síganme, niéguense a ustedes mismos, tomen su cruz y síganme”. ¡Que estas palabras nos llamen a salir de nosotros mismos, y que el Señor esté siempre con ustedes!
Introducción del Celebrante (Dos opciones)
¿Tenemos que buscar el sufrimiento y la muerte? ¡De ninguna manera! Jesús mismo nos da la respuesta. Él suplicó a su Padre que lo apartara el sufrimiento. Sin embargo aceptó la muerte y la cruz. ¿Por qué? Porque amaba al Padre y a los hombres y quería salvarlos. Aunque él hizo ese formidable trabajo y proclamó su mensaje, los líderes religiosos se volvieron contra él y buscaron su muerte para liberarse del fastidio que él suponía. Sin embargo, él permaneció fiel a su misión, fiel hasta la muerte. Él nos pide ahora permanecer fieles aun a costa de sufrimiento y de muerte.
Éste es el mensaje de la corta
pero muy importante Segunda Lectura.
Nuestra Misa de Domingo es la cima de nuestra vida cristiana. Expresa intensamente lo que intentamos vivir cada día. Todo lo que pensamos, decimos y hacemos, nuestra vida de cada día, como nos dice San Pablo, tiene que rendir honor y alabanza a Dios. Esto es lo que recopilamos en nuestra eucaristía dominical. A cambio, la eucaristía se convierte en la fuente viva de una entrega más profunda a Dios y a los hermanos. Una vida diaria que contradiga nuestro culto del Domingo viene a ser una distorsión y una parodia de religión. Pidamos al Señor que nuestra vida diaria dé culto a Dios en espíritu y en verdad.
Acto Penitencial
Queremos una religión fácil, sin exigencias,
sin sacrificios, sin ningún costo de nuestra parte.
Pidamos al Señor que nos perdone.
(Pausa)
Señor Jesús, tú tomaste resueltamente
el camino hacia Jerusalén,
para allí sufrir y morir por nosotros.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo Jesús, tú quisiste permanecer fiel
al Padre que te envió, y a nosotros,
a quienes amabas y querías salvar.
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Oración Colecta
Pidamos a Dios que nuestra vida entera
le dé gloria y honor.
(Pausa)
Oh Dios y Padre nuestro:
Hoy te ofrecemos el culto perfecto
de tu hijo Jesucristo.
Con él te alabamos y damos gracias
ofreciéndonos a nosotros mismos con él.
Que esta ofrenda no se vea limitada
al momento fugaz de esta eucaristía,
sino que irrumpa en la vida de cada día
por medio de nuestro amor a ti
y de nuestro servicio generoso
al pueblo que se nos ha confiado para amarlo
y para compartir con él todo lo que somos y tenemos.
Te lo pedimos en nombre de Jesús, el Señor.
Primera Lectura (Jer 20,7-8): “Hay un fuego ardiendo en mi corazón”
El profeta Jeremías se queja a Dios porque su misión le trae problemas. Sin embargo, sigue confiando en Dios y continúa su tarea.
Jeremías 20,7-9: «La Palabra del Señor se volvió oprobio para mí»
Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me forzaste, y me venciste. Yo era motivo de risa todo el día, todos se burlaban de mí. 8Si hablo, es a gritos, clamando ¡violencia, destrucción! La Palabra del Señor se me volvió insulto y burla constantes, 9y me dije: «No me acordaré de él, no hablaré más en su Nombre». Pero la sentía dentro como fuego ardiente encerrado en los huesos: hacía esfuerzos por contenerla y no podía.
Salmo 63: «Mi alma está sedienta de ti, Dios mío»
Segunda Lectura (Rom 12,1-2): “Ofrezcan su vida como sacrificio”
Pablo subraya una verdad básica: El verdadero culto consiste en buscar la voluntad de Dios y en ofrecer nuestra vida como sacrificio. Sólo así puede ser genuina nuestra celebración eucarística.
Romanos 12,1-2: «Preséntense como sacrificio vivo»
Ahora, hermanos, por la misericordia de Dios, los invito a ofrecerse como sacrificio vivo, santo, aceptable a Dios: éste es el verdadero culto. 2No se acomoden a este mundo; por el contrario, transfórmense interiormente con una mentalidad nueva, para discernir la voluntad de Dios, lo que es bueno y aceptable y perfecto.
Evangelio (Mt 16,21-27): “Tomen su cruz y síganme”
Jesús predice su Pasión y Resurrección. Después pide a sus discípulos que lo sigan por el camino de la cruz hacia la Vida. Pedro protesta, porque eso resulta difícil de entender. Pero ése es el camino de Dios.
Mateo 16,21-27: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo»
En aquel tiempo Jesús comenzó a explicar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, padecer mucho por causa de los ancianos, sumos sacerdotes y letrados, sufrir la muerte y al tercer día resucitar. 22Pedro se lo llevó aparte y se puso a reprenderlo: «¡Dios no lo permita, Señor! No te sucederá tal cosa». 23Él se volvió y dijo a Pedro: «¡Retírate, Satanás! Quieres hacerme caer. Piensas como los hombres, no como Dios». 24Entonces Jesús dijo a los discípulos: «El que quiera seguirme que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga. 25El que quiera salvar su vida la perderá; pero quien pierda la vida por mi causa la conservará. 26¿De qué le vale al hombre ganar todo el mundo si pierde su vida?, ¿qué precio pagará por su vida? 27El Hijo del Hombre ha de venir con la gloria de su Padre y acompañado de sus ángeles. Entonces pagará a cada uno según su conducta».
Oración de los Fieles
Nuestro Señor Jesucristo nos llama a seguirlo, a cargar nuestra cruz detrás de él. Y a encomendarle a todos los que sufren. Así digámosle: R/ Señor, sé nuestra fuerza.
Señor Jesús, tú nos invitas a seguirte y a ofrecerte nuestros logros y dolores de cada día Queremos trabajar contigo para llevar tu vida y tu gracia a todos nuestros hermanos. Quédate con nosotros, ahora y por los siglos de los siglos.
Oración sobre las Ofrendas
Señor Dios nuestro:
Deseamos ahora ofrecerte
el sacrificio que más te agrada,
el de tu mismo Hijo Jesucristo.
Acepta también por medio de él
el sacrificio de nuestras vidas,
para que con tu Hijo muramos al pecado
y resucitemos a una nueva vida
en las realidades cotidianas.
Que esta celebración refleje y exprese
nuestras penas y esperanzas,
nuestras pruebas y alegrías,
unidos al misterio pascual
de Jesucristo nuestro Señor.
Introducción a la Plegaria Eucarística
Por su Cruz y su Resurrección, Jesús nos trajo perdón y vida. Unámonos a él en su sacrificio ahora en esta eucaristía, para que lo sigamos también en los sacrificios que conlleva la vida de cada día.
Introducción al Padre Nuestro
Con Jesús, nuestro Señor,
oremos a nuestro Padre del cielo
para que sepamos buscar siempre su voluntad,
de forma que sus caminos sean nuestros caminos.
R/ Padre nuestro…
Líbranos, Señor
Líbranos, Señor, de todos los males
y concédenos la paz interior
que procede de cumplir tu voluntad
aun cuando sea difícil su cumplimiento.
Líbranos del desaliento
y ayúdanos a no ahorrar esfuerzo
para llevar a todos tu amor y tu sanación.
Guíanos hacia adelante con gozosa esperanza,
hacia la venida gloriosa
de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
R/ Tuyo es el reino…
Invitación a la Comunión
Éste es el Cuerpo de Cristo,
nuestro Cordero de Dios que sufrió,
murió por nosotros en la cruz
y resucitó de entre los muertos.
Dichosos nosotros, invitados
a participar en su banquete
y a seguirlo en nuestra vida.
R/ Señor, no soy digno…
Oración después de la Comunión
Señor Dios nuestro:
Hemos comido con tu Hijo
el pan duro de nuestra pobreza
y el pan reconfortante de su fortaleza.
Hemos bebido con él
el vino agrio del sufrimiento
y el vino delicioso de la alegría y esperanza.
Que Jesús nos dé el valor
de transformar los sufrimientos,
que son parte de la vida,
en dones de nosotros mismos para otros,
y de hacernos fuentes fiables
de fuerza, bienestar y esperanza
para nuestros hermanos y hermanas
en el nombre de Jesucristo nuestro Señor.
Bendición
Hermanos: Algunas veces, como el profeta Jeremías, luchamos y refutamos a Dios en momentos de prueba y desaliento. Tengamos siempre en cuenta que Dios nos ama y quiere que seamos felices. Sin embargo, a veces tenemos que cargar las cruces exigidas por la fidelidad a nuestra familia, a nuestro trabajo, a los caminos del Evangelio.
Que el Señor entonces esté con nosotros y nos bendiga. Y así, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros y permanezca para siempre.
La primera lectura recoge un pasaje breve de las confesiones de Jeremías, llamado a ser profeta de Dios siendo todavía un muchacho. Contra lo que hoy en día alguien pudiera pensar, la tarea profética no miraba al templo o asuntos relativos al culto; el campo de la religión era amplio y cubría los distintos ámbitos de la vida del pueblo. Así, el quehacer del profeta tenía mucho que ver con los asuntos públicos, incluida la política internacional, donde se convertía en portavoz del querer de Dios. El ángulo desde el que el profeta discernía su juicio era la Ley y el proyecto de pueblo que desde allí emanaba. En torno a esos asuntos se formaban partidos con diversos y opuestos puntos de vista y consideraban enemigos a los que no se alineaban a sus intereses. Jeremías se queja de ser perseguido por no mantenerse indiferente o callado ante lo que ve; es incapaz de renunciar a lo que le da su identidad más profunda: la palabra del Dios de la vida.
Con el lenguaje del culto sacrificial, san Pablo pincha el nervio de la vida de todo cristiano: transformarse para hacer la voluntad de Dios. ¿Qué le agrada a Dios? Lo bueno, lo aceptable, lo perfecto, opuesto a lo malo, reprobable e imperfecto, que no edifica o construye vida. Trasladado al terreno de la ética, el bautizado debe entregarse a acciones que promuevan el bienestar personal y social; iniciativas que creen comunión con otras personas y no perjudiquen al planeta. La vida cristiana consiste en consumirse en actividades que le hagan bien a la comunidad humana y al resto de la Creación. Y esto mismo ilustra el evangelio. La paradoja de la vida cristiana consiste en eso: perderla para poder ganarla. Allí se condensa la dinámica del misterio pascual de Cristo, que entregó la vida para ganarla. Esto lo aprendemos de leer en los evangelios lo que Jesús enseñó y practicó. El ser “cristiano” tiene que ver con hacer presente a Jesús a través del propio testimonio, no sólo en actividades religiosas sino en lo cotidiano. Entendamos que el misterio pascual no es una propuesta de tipo masoquista en la que el creyente persiga la cruz y el sufrimiento por sí mismos, como si en ello encontrara satisfacción. Nada de eso. Jesús lo deja claro cuando dice “por causa mía”, es decir por el proyecto del reino de Dios. ¿Qué actitud o relación debo transformar para convertirme en ofrenda agradable a Dios? ¿Cómo deberé conseguir esto?