Liturgia viva

El calendario litúrgico anual

EN LAS MANOS DE DIOS

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Viernes 20 de Octubre

 

28a Semana Ordinario

 

EN LAS MANOS DE DIOS

 

CARTA A LOS ROMANOS

 

Durante un mes vamos a reflexionar sobre la Carta a los Romanos. Te ofrecemos 4 videos del P. Claudio Doglio para ayudarte a comprender el profundo mensaje de esta magistral carta de San Pablo.

 

Primer video: https://spark.adobe.com/page/6sHXAaXEvyo0Z/

 

Oración Colecta

Señor Dios nuestro:

Nos paramos ante ti con las manos vacías.

Nuestras buenas intenciones

y todas las obras que hacemos

son impotentes para salvarnos.

Oh Dios, ayúdanos a aceptar esta verdad

que hiere nuestro orgullo.

Enséñanos a recibir gratuitamente

tu gracia, tu Amor misericordioso,

así como la ayuda y el amor de nuestro prójimo.

Sálvanos y líbranos

por la gracia de Jesucristo nuestro Señor.

 

Primera Lectura: Rom 4,1-8: Abrahán creyó en Dios y se lo contó en su haber

     Abrahán se salvó no por lo que hizo sino porque descubrió a un Dios bondadoso en quien creyó. Él sabía que estaba ante Dios con sus manos vacías y aceptó recibir gratuitamente la Promesa de las manos del mismo Dios.

Hermanos: ¿Qué diremos de Abraham, padre de nuestra raza? Si Abraham hubiera obtenido la justificación por sus obras, tendría de qué estar orgulloso, pero no delante de Dios. En efecto, ¿qué dice la Escritura? Abraham le creyó a Dios y eso le valió la justificación.


Al que, gracias a su trabajo, tiene obras, no se le da su paga como un regalo, sino como algo que se le debe. En cambio al que no tiene obras, pero cree en aquel que justifica al pecador, su fe le vale la justificación.

En este sentido, también David proclama dichoso al hombre a quien Dios tiene por justo, independientemente de las obras: Dichosos aquellos cuyas maldades han sido perdonadas y cuyos pecados han sido sepultados. Dichoso el hombre a quien el Señor no le toma en cuenta su pecado.
 

Sal 32: «Tú eres mi refugio; me rodeas de cantos de liberación»

Salmo 32,1-2.5.11

R. Perdona, Señor, nuestros pecados.
Dichoso aquel que ha sido absuelto
de su culpa y su pecado.
Dichoso aquel en el que Dios no encuentra
ni delito ni engaño.
R. Perdona, Señor, nuestros pecados.
Ante el Señor reconocí mi culpa,
no oculté mi pecado.
Te confesé, Señor, mi gran delito
y tú me has perdonado.
R. Perdona, Señor, nuestros pecados.
Alégrense con el Señor y regocíjense
los justos todos,
y todos los hombres de corazón sincero
canten de gozo
R. Perdona, Señor, nuestros pecados.

 

Aclamación antes del Evangelio

Sal 32, 22
R. Aleluya, aleluya.
Muéstrate bondadoso con nosotros, Señor,
puesto que en ti hemos confiado.
R. Aleluya.
 

Evangelio: Lc 12,1-7: Los pelos de su cabeza están todos contados

     Cristo continúa denunciando a los fariseos. En las contradicciones de una vida que quiere ser fiel al evangelio, los cristianos tienen que seguir los caminos de Dios, no los suyos propios. Se confían a las manos de Dios, que cuida de ellos y que los aprecia profundamente.

Miles de personas se agolpaban pisándose unos a otros. Jesús se dirigió primero a los discípulos: «Cuídense de la levadura –o sea, de la hipocresía– de los fariseos. 2Nada hay encubierto que no se descubra, nada oculto que no se divulgue. 3Porque lo que digan de noche se escuchará en pleno día; lo que digan al oído en el sótano se proclamará desde las azoteas. 4A ustedes mis amigos les digo que no teman a los que matan el cuerpo y después no pueden hacer nada más. 5Yo les indicaré a quién deben temer: teman al que después de matar tiene poder para arrojar al infierno. Sí, les repito, teman a ése. 6¿No se venden cinco gorriones por dos monedas? Sin embargo, Dios no olvida a ninguno de ellos. 7En cuanto a ustedes, hasta los pelos de su cabeza están todos contados. No tengan miedo, que ustedes valen más que muchos gorriones».

 

Oración de los Fieles

  • Para que nuestra fe sea un encuentro personal con un Dios vivo al que nos entregamos confiadamente, roguemos al Señor.
  • Para que no presumamos de lo que hemos hecho por Dios sino que reconozcamos con gozo, humildad y gratitud lo que Dios ha hecho por nosotros, roguemos al Señor.
  • Para que, con gran confianza, nos pongamos en las manos de Dios, que nos ama profundamente en Cristo Jesús, roguemos al Señor.

 

Oración sobre las Ofrendas

Señor Dios, Padre misericordioso:

Tu Hijo Jesús te fue totalmente fiel y leal

porque sabía que vivía en la palma de tu mano.

En estos signos de pan y vino

nosotros también nos entregamos a ti

porque sabemos que somos tus amigos

y que te preocupas por nosotros;

que nos llevas en la palma de tu mano,

por medio de Jesucristo nuestro Señor.

 

Oración después de la Comunión

Oh Dios y Padre nuestro:

Tú nos amas tal como somos,

incluso cuando ves nuestras faltas y defectos.

Tú te olvidas del mal que hacemos

y nos consideras suficientemente buenos

como para darnos el mejor regalo: tu Hijo Jesucristo.

Acepta nuestra sincera acción de gracias

y que tu Hijo nos colme con su espíritu de confianza y amor

para que nosotros también aprendamos

a confiar en los demás y a amarnos unos a otros

y así llegar a ser una comunidad en la que Jesús vive,

él, que es nuestro Señor y Salvador

por los siglos de los siglos.

 

Bendición

     Hermanos: Jesús nos asegura que Dios se preocupa por nosotros y que somos preciosos para él. Pidámosle que nos guarde siempre en su Amor. Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros y permanezca para siempre.

Luego de toda una sección donde se refleja la confrontación de Jesús con los escribas y fariseos, ahora el Maestro se dirige a la comunidad de discipular y a quienes apuestan por la construcción de un mundo mejor. Una de las acusaciones más fuertes va contra la hipocresía que se esconde tras los hábitos de muchas personas religiosas sin realmente vivir lo que predican. Si no se vive sostenido por la fe y la gracia, se sucumbe antes las tentaciones del poder, placer y tener. Continúa resonando la voz del Papa Francisco que nos invita vivir la gracia de la fidelidad, donde no basta estar sostenidos por nuestras propias seguridades sino, ante todo, asegurarnos de que el Señor está en aquello que hacemos. La Iglesia necesita estar en constante revisión para no falsear la misión del Reino; para ello es preciso el reconocimiento humilde de las faltas que, como institución, se han cometido, y la aplicación de los correctivos o enmiendas de modo que no se sigan  cometiendo los mismos errores. ¡No tengamos miedo si nuestra vida está en manos de Dios!  

 

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