Viernes 3 de Noviembre
30a Semana Ordinario
PUEBLO DE LA PROMESA
LETTER TO THE ROMANS:
We invite you to watch and listen to four videos of Fr. Claudio Doglio on the Letter to the Romans.
This is the third video: https://spark.adobe.com/page/opsydYwhGr7YT/
Oración Colecta
Señor Dios nuestro:
ayúdanos a ser auténticos cristianos;
que no nos apeguemos a la observancia de la Ley
sino a la vida del Espíritu que debe animarla
mientras llevamos a cabo
tu plan de Amor y fraternidad
en Espíritu y en verdad,
por la gracia de Jesucristo,
Hijo tuyo y Señor nuestro
por los siglos de los siglos.
Rom 9,1-5: «Quisiera ser proscrito por el bien de mis hermanos»
Somos el nuevo Israel, el pueblo de la Promesa de Dios, el nuevo Pueblo elegido. Dios nos ha concedido muchos privilegios. La angustia que Pablo expresa con respecto a Israel, ¿acaso no ha de ser sentida también por la Iglesia con respecto a muchos cristianos y también por muchos cristianos con respecto a la Iglesia, lenta en buscar auténtica renovación? ¿Estamos disponibles, como Pablo, a dedicarnos, al costo que sea, a la Salvación de nuestros hermanos y hermanas, incluidos los que no son parte de la Iglesia?
Lc 14,1-6: «Si a uno se le cae al pozo el buey, ¿no lo saca, aunque sea sábado?»
Un sábado, mientras comía en la casa de un hombre importante, Jesús, saltándose las reglas de la Ley que impedía trabajar en sábado, cura a alguien que sufre. Una vez más, Jesús nos recuerda que las leyes religiosas o humanas están al servicio de los hombres y no al revés.
Un sábado que Jesús entró a comer en casa de un jefe de fariseos, ellos lo vigilaban. 2Se le puso delante un hidrópico. 3Jesús tomó la palabra y preguntó a los doctores de la ley y fariseos: «¿Está permitido sanar en sábado o no?» 4Ellos callaron. Jesús tomó al enfermo, lo sanó y lo despidió. 5Después les dijo: «Supongamos que a uno de ustedes se le cae un hijo o un buey a un pozo: ¿acaso no lo sacará enseguida, por más que sea sábado?» 6Y ellos no supieron qué responderle.
Oración de los Fieles
Oración sobre las Ofrendas
Señor y Dios nuestro:
Tú quisiste que Jesús, tu Hijo,
se hiciera uno de nosotros,
ligado a su tierra, a las tradiciones de su Pueblo
y a su gente.
Y que el Pueblo de la primera Alianza
fuera el que nos precediera en la fe
como signo viviente de tu Historia de Salvación.
Haz que todos entendamos que somos una sola familia humana
llamada a la unidad en la diversidad
alabando, honrando y haciendo crecer tu maravillosa Creación.
Te lo pedimos por medio de Jesucristo nuestro Señor.
Oración después de la Comunión
Señor Dios nuestro:
Nos has hecho tu nuevo Pueblo de la Promesa.
Con confianza te pedimos hoy:
Danos fuerza para permanecer en tu Amor,
unidos a ti en una Alianza de amor y fidelidad
siempre creativa y renovada
por medio de Jesucristo nuestro Señor.
Bendición
Hermanos: Mantengámonos vigilantes contra todas las formas de odio e intolerancia que aquí y allá levantan muros entre los hombres en lugar de tender puentes de comunión y fraternidad. Con los judíos, nuestros hermanos mayores, las demás iglesias y denominaciones cristianas, las religiones del mundo que profesan su fe en Dios y todos los hombres y mujeres de buena voluntad, empeñémonos en encontrar juntos caminos para el bien, la justicia, la paz y el cuidado de la Creación, nuestra única Casa común. Con la bendición del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Uno de los mayores peligros de la religión es la tendencia al fanatismo y al fundamentalismo de sus fieles practicantes; son muchos los testimonios pasados y presentes del daño que causa el escrúpulo religioso que vuelve a mucha gente intolerante con quienes no son asiduos a los actos de fe. Es en un escenario fanático que Jesús invita a la gente de religión de su tiempo a sopesar más allá de las normativas religiosas aquello que dicen: “está permitido”; los invita a realizar aquellas acciones que edifican y salvan una vida, no lo contrario. Más allá de las actitudes escrupulosas con respecto al espacio sagrado del Templo, Jesús va a insistir en que lo realmente sagrado es la vida de las personas. Aprendamos a no dejarnos ganar por nuestras actitudes de inmadurez religiosa, que en muchas ocasiones nos convierte en jueces y aprendamos a acompañar con paciencia los procesos de transformación humana por medio de nuestra oración y testimonio de vida. Pidamos ser menos escrupulosos y más humanos.