Viernes 1 de Diciembre
34ª Semana Ordinario
“EL REINO DE DIOS ESTÁ CERCA”
Oración Colecta
Oh Dios del tiempo y de la eternidad:
Tú nos has confiado a nosotros, tu Pueblo,
tu proyecto de Amor.
No permitas que obstaculicemos tus planes
con nuestras propias limitaciones.
Haznos conscientes de que lo único que podemos hacer
es ser levadura, y ser un signo
de que la planta que tú has sembrado crecerá.
Consérvanos esperando con paciencia
que la integridad, el amor y la justicia
lleguen como don tuyo,
cuando tú quieras, al tiempo por ti designado,
por medio de Jesucristo nuestro Señor.
Primera Lectura: Dn 7,2-14: «Vi venir como un Hijo de Hombre»
El famoso capítulo 7 de Daniel anuncia a un misterioso “Hijo del Hombre” que vendrá... Él pertenecerá al cielo y a la tierra e inaugurará un Reino que será regalo de Dios.
2Tuve una visión nocturna: los cuatro vientos agitaban el océano. 3Cuatro fieras gigantescas salían del mar, las cuatro distintas.
4La primera era como un león con alas de águila; mientras yo miraba, le arrancaron las alas, la alzaron del suelo, la pusieron de pie como un hombre y le dieron mente humana.
5La segunda era como un oso medio erguido, con tres costillas en la boca, entre los dientes. Le dijeron: ¡Arriba! Come carne en abundancia.
6Después vi otras fieras como un leopardo, con cuatro alas de ave en el lomo y cuatro cabezas. Y le dieron el poder.
7Después tuve otra visión nocturna: una cuarta fiera, terrible, espantosa, fortísima; tenía grandes dientes de hierro, con los que comía y descuartizaba, y las sobras las pateaba con las pezuñas. Era diversa de las fieras anteriores, porque tenía diez cuernos. 8Miré atentamente los cuernos y vi que entre ellos salía otro cuerno pequeño; para hacerle sitio, arrancaron tres de los cuernos precedentes. Aquel cuerno tenía ojos humanos y una boca que profería insolencias.
9Durante la visión vi que colocaban unos tronos, y un anciano se sentó:
Su vestido era blanco como nieve,
su cabellera como lana limpísima;
su trono, llamas de fuego;
sus ruedas, llamaradas.
10Un río impetuoso de fuego
brotaba delante de él.
Miles y miles le servían,
millones estaban a sus órdenes.
Comenzó la sesión
y se abrieron los libros.
11Yo seguía mirando, atraído por las insolencias que profería aquel cuerno; hasta que mataron a la fiera, la descuartizaron y la echaron al fuego. 12A las otras les quitaron el poder, dejándolas vivas una temporada.
13Seguí mirando, y en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo una figura humana, que se acercó al anciano y fue presentada ante él. 14Le dieron poder real y dominio: todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.
Interleccional Dn 3: «Ensálcenlo con himnos por los siglos»
(59b) Bendito seas para siempre, Señor.
Montañas y colinas, bendigan al Señor.
Todas las plantas de la tierra, bendiga al Señor.
R. Bendito seas para siempre, Señor.
Fuentes, bendigan al Señor.
Mares y ríos, bendigan al Señor.
R. Bendito seas para siempre, Señor.
Ballenas y peces, bendigan al Señor.
Aves del cielo, bendigan al Señor.
Fieras y ganados, bendigan al Señor.
R. Bendito seas para siempre, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Estén atentos y levanten la cabeza,
porque se acerca la hora de su liberación, dice el Señor.
R. Aleluya.
Evangelio: Lc 21,29-33: «Sepan que se acerca el reino de Dios»
El Reino de Dios está cerca. No solamente hay signos de desesperanza como conflictos y tensiones que surgen tanto dentro como fuera del pueblo de Dios. También hay signos de esperanza; y nosotros deberíamos percibirlos.
Jesús les añadió a los discípulos una parábola: «Observen la higuera y los demás árboles: 30cuando echan brotes, se dan cuenta de que el verano está cerca. 31Igual ustedes, cuando vean que sucede eso, sepan que se acerca el reino de Dios. 32Les aseguro que no pasará esta generación antes de que suceda todo eso. 33Cielo y tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán».
Oración de los Fieles
Oración sobre las Ofrendas
Oh Dios de las promesas:
Para destruir los poderes del mal
tu Hijo vino no como un rey triunfante,
sino como el Hijo del Hombre sufriente.
Por medio de este pan y de este vino que ahora te ofrecemos
queremos unir nuestro destino al suyo.
Que aprendamos de él,
cuyo aparente fracaso en la cruz condujo a la victoria,
a aceptar con paciencia y esperanza
las tensiones de nuestro tiempo
y el lento crecimiento de tu Reino
porque sabemos que guardas fielmente
tus promesas de vida eterna, de amor y felicidad
por Jesucristo nuestro Señor.
Oración después de la Comunión
Señor, Dios de esperanza:
Tú nos has dado un hermoso sueño,
una linda utopía y una bella tarea:
la de tu Reino eterno de fraternidad;
pero estamos interiormente divididos
entre el desaliento y la esperanza
porque esa tarea está por encima de nuestras fuerzas.
Gracias por reavivar nuestras expectativas
por medio del pan y vino de tu Hijo en la eucaristía.
Ayúdanos a madurar como Pueblo nuevo
con sus luchas y tensiones
por la fuerza de Aquel a quien diste
soberanía, reinado y gloria,
Jesucristo nuestro Señor.
Bendición
Hermanos: Cristo nos llama a transformar el mundo, a trabajar por la consecución de un nuevo Cielo y una Tierra nueva. Intentémoslo con la bendición de Dios todopoderoso, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
El desarrollo tecnológico alcanzado por la humanidad en este último siglo, e incluso en estos últimos años, ha sido impensable y vertiginoso. Sus aplicaciones transformaron substancialmente nuestra vida en todos los planos, desde los cuidados de la salud hasta las comunicaciones, la producción y el trabajo. Su impacto ha sido tan poderoso como para alimentar la omnipotencia ignorante de muchos haciéndoles creer que no hay límites para la acción humana. Sin embargo, y en paralelo, el deterioro del planeta que habitamos –nuestra única Casa común– y la degradación de la vida que alberga dejan al desnudo la tragedia que hemos provocado por no reconocer nuestra condición de creaturas y por haber perdido, por negación, supresión o indiferencia a nuestro Creador, la dimensión de lo sagrado que nos habita y habita todo lo creado. La soberbia, codiciosa, voraz e inescrupulosa administración que hemos hecho de los dones de la Creación nos ha traído consecuencias muy graves. Manipulamos como si fuéramos Dios los bienes de la naturaleza a nuestro antojo y excluimos de la mesa de la vida a millones de personas. Transgredimos la ley más elemental del Amor con que fuimos creados. Las consecuencias están a la vista. Y son muy graves. «Observen la higuera…» nos dice hoy el Señor. De su infinita e ilimitada misericordia siempre brotará el tiempo y la oportunidad de actuar antes de que el tiempo acabe. Revinculémosnos con el Señor de la Vida. Construyamos conciencia fraterna con toda la Creación y con cada una y cada uno de nuestros hermanos y hermanas. Y comprometámonos vivamente para cambiar lo que hemos estropeado. Para volver a la tarea que, en la Creación del mundo, Dios nos había asignado como cuidadores, custodios y promotores de la vida, de la maravillosa vida que nos ha dado.