Domingo 4 de Febrero, 2024
Quinto Domingo del Tiempo Ordinario
Gritando nuestro dolor
Saludo (Ver Salmo Responsorial)
En esta eucaristía
alabemos al Señor, porque es bueno;
él cura a los desolados
y venda todas sus heridas.
Que Jesús, el Señor, esté con todos ustedes.
Introducción
Hoy se nos recuerda una vez más que hace mucho tiempo el mismísimo Hijo de Dios gritó su ansiedad y su dolor: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” Sabemos que el Señor nos ha hecho para ser felices, y, sin embargo, nosotros también tenemos cruces que llevar… Jesús curaba a algunos enfermos, pero ¿qué eran éstos en medio de tantos otros no curados? Recordamos que la cruz llevó a Jesús a la Vida y a la Resurrección y expresamos hoy nuestra confianza y esperanza en un Salvador que sufrió con nosotros y por nosotros.
Acto Penitencial
¿Por qué no nos duele más
ofrecernos miseria unos a otros
con nuestros pecados?
Pidamos perdón a Dios y unos a otros.
(Pausa)
Señor Jesús, tú gritaste desgarradoramente
en el huerto de los olivos:
“Padre, aparta de mí este sufrimiento,
pero que se haga tu voluntad".
R/Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo Jesús, en la cruz tú preguntaste:
“Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”
R/Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, tú nos has dejado el signo de la cruz
para recordarnos tu sufrimiento
y fundirnos en ella con esperanza.
R/Señor, ten piedad de nosotros.
Ten misericordia de nosotros, Señor,
y perdónanos el dolor que nos hemos infligido unos a otros
y el sufrimiento de tu Hijo.
Que él nos lleve a la vida eterna.
Oración Colecta
Oremos a nuestro Dios compasivo
que está cercano a nosotros en Jesucristo.
(Pausa)
Oh Dios bondadoso:
Cuando te gritamos nuestro dolor
en nuestro cansancios, dolores y enfermedades,
recuerda cómo tu Hijo también acudió a ti
en su sufrimiento de muerte.
Fortalécenos en la convicción
de que podemos encontrarte en nuestro dolor
lo mismo que en nuestras alegrías,
y de que tú siempre te preocupas por nosotros
por medio de Aquel que nos mostró cuánto nos amaste,
Jesucristo nuestro Señor.
Primera Lectura: Job 7,1-4. 6-7 “Me harto de dolores hasta la noche”
He aquí un hombre que, probado seriamente, grita a Dios su miseria y su soledad. Es un hombre de fe pero lucha por conseguir una respuesta: ¿Por qué sufrir?
Habló Job diciendo: La vida del hombre en la tierra es como un servicio militar, sus días son los de un jornalero: 2como el esclavo, suspira por la sombra, como el jornalero, espera el salario. 3Mi herencia son meses vacíos, me han sido asignadas noches de sufrimiento. 4Al acostarme pienso: ¿Cuándo me levantaré?; se hace larga la noche y me canso de dar vueltas hasta el alba; 6Mis días corren más que la lanzadera del telar y se consumen sin esperanza. 7Recuerda que mi vida es un soplo y que mis ojos no verán más la dicha.
Salmo 146: “Alaben al Señor que sana los corazones destrozados”
R. (cf. 3a) Alabemos al Señor, nuestro Dios.
Alabemos al Señor, nuestro Dios,
porque es hermoso y justo el albarlo.
El Señor ha reconstruido a Jerusalén,
y a los dispersos de Israel los ha reunido.
R. Alabemos al Señor, nuestro Dios.
El Señor sana los corazones quebrantados,
y venda las heridas;
tiende su mano a los humildes
y humilla hasta el polvo a los malvados.
R. Alabemos al Señor, nuestro Dios.
El puede contar el número de estrellas
y llama a cada una por su nombre.
Grande es nuestro Dios, todos lo puede;
su sabiduría no tiene límites.
R. Alabemos al Señor, nuestro Dios.
Segunda Lectura: 1 Corintios 9,16-19.22-23: “¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!”
A causa de la Buena Nueva de Cristo, Pablo se hizo todo para todos, incluso débil con los débiles.
Hermanos: Anunciar la Buena Noticia no es para mí motivo de orgullo, sino una obligación a la que no puedo renunciar. ¡Ay de mí si no anuncio la Buena Noticia! 17Si lo hiciera por propia iniciativa, recibiría mi salario; pero si no lo hago por propia voluntad, es que me han confiado una administración. 18¿Cuál será, entonces, mi salario? Anunciar gratuitamente la Buena Noticia sin hacer uso del derecho que su anuncio me confiere. 19Siendo del todo libre, me hice esclavo de todos para ganar al mayor número posible. 22Me hice débil con los débiles para ganar a los débiles. Me hice todo a todos para salvar por lo menos a algunos. 23Y todo lo hago por la Buena Noticia, para participar de ella.
Evangelio: Marcos 1,29-39: Sanó a muchos enfermos de diversos males
Jesús curó a muchos como una invitación a creer en él.
En aquel tiempo, después que salió Jesús de la sinagoga y con Santiago y Juan se dirigió a casa de Simón y Andrés. 30La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo hicieron saber enseguida. 31Él se acercó a ella, la tomó de la mano y la levantó. Se le fue la fiebre y se puso a servirles. 32Al atardecer, cuando se puso el sol, le llevaron toda clase de enfermos y endemoniados. 33Toda la población se agolpaba a la puerta. 34Él sanó a muchos enfermos de dolencias diversas y expulsó a numerosos demonios, a los que no les permitía hablar, porque lo conocían. 35Muy de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, se levantó, salió y se dirigió a un lugar despoblado, donde estuvo orando. 36Simón y sus compañeros lo buscaron 37y cuando lo encontraron, le dijeron: Todos te están buscando. 38Les respondió: Vámonos de aquí a los pueblos vecinos, para predicar también allí, pues a eso he venido. 39Y fue predicando en sus sinagogas y expulsando demonios por toda Galilea.
Oración de los Fieles
Como pueblo que experimenta el sufrimiento, presentemos todas las necesidades y sufrimientos de los hombres a Dios, cuyo Hijo sufrió y murió por nosotros, y digamos: R/ Escúchanos, Señor, y ten piedad.
Oh Dios vivo y amoroso, tú sabes muy bien nuestras necesidades y preocupaciones y ves nuestros sufrimientos, ya que nos conoces por nuestro nombre. Confiamos en ti a causa de tu Hijo, Jesucristo, nuestro Señor.
Oración sobre las Ofrendas
Oh Dios y Padre nuestro:
En estos signos de pan y vino
recordamos a tu Hijo Jesucristo.
Acepta nuestra buena disposición
para llegar a ser como él,
y así, cólmanos con su Espíritu
para que también nosotros
nos hagamos débiles con los débiles
y servidores los unos de los otros.
Que de esta forma tu Hijo viva en medio de nosotros
como nuestro Señor y Salvador
por los siglos de los siglos.
Introducción a la Plegaria Eucarística
Damos gracias a Dios por mostrarnos en Jesús el poder de su Amor sanador. Por medio de él, nuestro Padre del cielo nos trajo amistad, perdón y fortaleza. Démosle gracias y alabanza.
Invitación al Padre Nuestro
Nuestro Padre del cielo nos ama en Cristo.
Así pues, recitémosle la oración confiada de su Hijo.
R/Padre nuestro…
Líbranos, Señor
Señor, quizás sea parte de tu plan
que nuestra fe sea probada en tribulaciones y sufrimiento.
Pero líbranos del desaliento y del espíritu de rebeldía,
que se queja de todo y amarga la vida.
Danos la serenidad de saber
que vivimos en la palma de tus manos,
aun en momentos de dificultad y sufrimiento.
Ayúdanos a apoyarnos unos a otros
mientras nos preparamos con alegría y esperanza
para la venida gloriosa de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.
R/Tuyo es el Reino…
Invitación a la Comunión
Éste es Jesús, el Cordero de Dios,
que cargó con todos nuestros males
y se sacrificó a sí mismo por nosotros
para librarnos de la muerte y de todos nuestros temores.
Dichosos nosotros, invitados a acercarnos a él
con nuestras cargas y sufrimientos.
R/Señor, no soy digno…
Oración después de la Comunión
Oración de Abandono En Dios (Bto. Charles de Foucauld)
Quien preside la celebración puede recitar despacio la siguiente plegaria como acción de gracias; o todos juntos, si los fieles disponen del texto.
Padre,
me pongo en tus manos.
Haz de mí lo que quieras.
Sea lo que fuere,
por ello te doy las gracias.
Estoy dispuesto a todo.
Lo acepto todo
con tal de que se cumpla
tu voluntad en mí
y en todas las criaturas.
No deseo nada más, Padre.
Te encomiendo mi alma,
te la entrego
con todo el amor de que soy capaz,
porque te amo y necesito darme,
ponerme en tus manos sin medida,
con infinita confianza,
porque tú eres mi Padre.
ORACIÓN CONVENCIONAL
Oh Dios y Padre nuestro:
Nadie sino tú puede comprender plenamente
las penas y alegrías que experimentamos,
ya que tu Hijo se hizo uno de nosotros.
Por la fuerza que él nos ha dado en esta eucaristía,
que sepamos acercarnos los unos a los otros
y compartir los unos las penas y alegrías de los otros.
Y cuando las palabras nos fallen,
que sepamos estar simplemente cerca de los que sufren
en respetuoso silencio,
a causa de Aquel que está siempre cerca de nosotros
y nos cura de todas las enfermedades,
Jesucristo, nuestro Señor.
Bendición
El sufrimiento siempre seguirá siendo un escándalo
o al menos un misterio.
Podemos intentar actuar como si no nos afectara
negar que existe
o tu huir de él,
pero el cristiano no puede escapar realmente de él.
Está inscrito en nuestra existencia
desde que Cristo murió en la cruz.
Nunca lo comprenderemos plenamente,
pero sabemos que es significativo y salvador.
Que aprendamos a soportar nuestros dolores con Cristo
con valor y esperanza
y con la bendición de Dios Todopoderoso,
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. R/ Amén.
Vamos con Cristo
a llevar los unos las cargas de los otros. R/ Gracias sean dadas a Dios.
En la Primera lectura se pone de manifiesto el anhelo humano de respirar y vivir sin tener que lamentarlo, encontrando razones para sobreponerse al mal. ¿Cómo no desesperar cuando no sólo nos va mal sino que no podemos levantarnos? Job retrata el dolor humano extremo y la necesidad de consuelo cuando se ha perdido la esperanza. El evangelista Marcos, por su parte, destaca que lo esencial del ministerio de Jesús será, precisamente, la lucha frontal contra el sufrimiento.
Jesús busca el encuentro personal con todas las personas en sus situaciones existenciales. De ahí que, en el texto evangélico, se mencionen nombres y lugares bien determinados: la «casa de Simón y Andrés», la suegra enferma, «muchos enfermos», la expulsión de «numerosos demonios», «los pueblos vecinos».
Un detalle de este relato que puede pasar desapercibido es el desplazamiento de Jesús de la sinagoga a las casas. En la cultura judía la casa era sagrada, era “casa de oración” por ser el lugar del encuentro con Dios. Pero Jesús acerca a Dios no sólo a las casas sino a todo lugar donde hace falta su presencia. La alusión al atardecer enfatiza aquella misión que no conoce ocaso porque las necesidades son muchas.
«¿Cuándo me levantaré?» es la pregunta existencial que acompaña el lamento de Job. Jesús quiere responder a ese lamento que parece consumir a muchas personas en el dolor. Con su gesto de proximidad, da una lección la comunidad discipular para que haga también lo mismo. El reino de Dios no está condicionado por la prescripción de la pureza legal, que imposibilitaba cuidar y acompañar; por el contrario, toda acción está encaminada a sanar y poner de pie a los enfermos.
Jesús nos recuerda que nunca se sintió un superhéroe y se muestra necesitado de la fortaleza de Dios para cumplir la misión que el mismo Dios le ha encomendado. ¿En qué medida dejamos al Espíritu intervenir en nuestros planes y acciones pastorales?
Con la expresión «todos te están buscando», evidencia la necesidad que existe de atención y consuelo; también denota, en los inicios de su ministerio, que muchos le buscan más por el interés de un milagro que por el deseo de adherirse a su proyecto. A propósito de no fomentar una fe infantil, interesada o dependiente, Jesús vive la itinerancia misionera; no se ata a ningún lugar en exclusiva; se mantiene libre y en camino. Las comunidades estamos invitadas a seguir el ejemplo de Jesús en la itinerancia, la disponibilidad y el servicio desinteresado. ¿Son nuestras comunidades eclesiales espacios que acompañan y suscitan compromiso?