Martes 6 de Febrero, 2024
Quinta Semana del Tiempo Ordinario
El templo es para la gente
Oración Colecta
Padre, Dios de la Alianza siempre nueva,
nos has atado a ti
con cuerdas conductoras de amor duradero;
las palabras que nos dices
son espíritu y vida.
Abre nuestros corazones a tus palabras
para que nos toquen
en lo más profundo de nosotros mismos.
Que nos muevan a servirte
no de forma servil
sino como hijos tuyos
que te aman y a quienes has liberado
por medio de tu Hijo, Jesucristo, nuestro Señor.
Primera lectura: 1 Re 8,22-23.27-30: “Escucha la súplica de tu pueblo, Israel”
En la dedicación del Templo de Jerusalén, el rey Salomón oró al Señor. Pidió a Dios que estuviera siempre allí presente por el bien de la Alianza, disponible a cuantos se acercaran a expresar sus necesidades.
Sal 84: “¡Que deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos!”
Tras un periodo de fervor inicial, la enseñanza de los fariseos empezó a dar a entender que había que sacrificar a las personas en aras del Templo, que las tradiciones religiosas (hechas por personas y jurídicas) eran más importantes que las leyes de Dios, que se supone que son interiores a las personas y expresan una relación personal. Jesús les echa en cara esto. Porque el Templo del Señor está para las personas, no las personas para el Templo.
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los fariseos y algunos escribas, venidos de Jerusalén. Viendo que algunos de los discípulos de Jesús comían con las manos impuras, es decir, sin habérselas lavado, los fariseos y los escribas le preguntaron: "¿Por qué tus discípulos comen con manos impuras y no siguen la tradición de nuestros mayores?" (Los fariseos y los judíos, en general, no comen sin lavarse antes las manos hasta el codo, siguiendo la tradición de sus mayores; al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones, y observan muchas otras cosas por tradición, como purificar los vasos, las jarras y las ollas).
Jesús les contestó: "¡Qué bien profetizó Isaías sobre ustedes, hipócritas, cuando escribió: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Es inútil el culto que me rinden, porque enseñan doctrinas que no son sino preceptos humanos. Ustedes dejan a un lado el mandamiento de Dios, para aferrarse a las tradiciones de los hombres".
Después añadió: "De veras son ustedes muy hábiles para violar el mandamiento de Dios y conservar su tradición. Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre. El que maldiga a su padre o a su madre, morirá. Pero ustedes dicen: 'Si uno dice a su padre o a su madre: Todo aquello con que yo te podría ayudar es corbán (es decir, ofrenda para el templo), ya no puede hacer nada por su padre o por su madre'. Así anulan la palabra de Dios con esa tradición que se han transmitido. Y hacen muchas cosas semejantes a ésta".
Oración de los Fieles
Oración sobre las Ofrendas
Señor, Dios nuestro,
te presentamos nuestra disposición
para responder a tu amor.
Fortalécenos con el Cuerpo y la Sangre
de tu Hijo Jesucristo
para que, con él, nos dediquemos a ti
con toda nuestra mente y nuestro corazón
y que seamos capaces
de comunicar tu amor y tu justicia
a todos los que nos rodean.
Concédelo por Cristo, nuestro Señor.
Oración después de la Comunión
Señor Dios nuestro,
tu Hijo se ha compartido con nosotros
en esta celebración eucarística.
Te rogamos que nos des su Espíritu de fortaleza
para que compartamos también su actitud
de apertura a tu voluntad
y a las necesidades de la gente.
Que así, vivamos el corazón de la ley
y te sirvamos como hijos e hijas tuyos
en quienes reconoces a Jesucristo,
tu Hijo y nuestro Señor para siempre.
Bendición
Como hijos agradecidos de Dios, pongamos nuestro corazón en buscar en los mandamientos no nuestra voluntad sino la voluntad de Dios, de modo que no preguntemos lo que Dios nos manda hacer sino simplemente cómo podemos responder a su amor y mostrar ese amor a las personas que nos rodean. Que Dios nos bendiga a todos: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Las palabras que recoge Jesús del profeta Isaías ―«su corazón está lejos de mí»― aluden a la actitud de los fariseos que priorizan el cumplimiento de sus tradiciones religiosas en lugar de practicar la justicia y la misericordia del Dios de sus antepasados. Lavarse las manos no solo era una norma higiénica; para los judíos simboliza un rito de purificación interior que les permite acercarse de manera adecuada a la fuente incontaminada de la VIDA. Sin embargo este rito, al igual que otros, se iba limitando a una práctica externa y se convertía en motivo de condena de los que eran considerados impuros. Se cuestionaba superficialmente la exterioridad de la relación con Dios y con el prójimo. La exigencia del cumplimiento de las prescripciones religiosas prevalecía sobre la práctica de la compasión y el perdón. Nuestra espiritualidad es auténtica sí y solo sí se centra en el amor y es el amor el criterio para revisar nuestra experiencia de Dios y nuestras relaciones familiares y comunitarias.