Liturgia viva

El calendario litúrgico anual

Sexto Domingo del Tiempo Ordinario

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Domingo 11 de Febrero, 2024

 

Sexto Domingo del Tiempo Ordinario

 

Comunidades abiertas

 

Saludo (Ver Segunda Lectura)

Todo lo que hagan, háganlo por la gloria de Dios.

Traten de ser amables con todos

para provecho de los demás.

Tomen a Cristo como su modelo.

Que Jesucristo, el Señor, esté siempre con ustedes.

 

Introducción

Cuando nos reunimos en torno a la eucaristía, lo hacemos porque somos comunidad. Pero ¿hasta qué punto lo somos? Quizás falten aquí hermanos, porque no se sienten aceptados. Quizás son demasiado pobres para hacerse presentes, o temen que los menospreciemos por sus incapacidades…. ¿Por qué nuestra comunidad no se abre suficientemente para integrarlos y para liberarlos de sus temores y soledad? ¿Estaremos dispuestos a hacerlo, a ejemplo de Jesús, de su Palabra y de su ejemplo?

 

Acto Penitencial

Con demasiada frecuencia

nos hemos quedado indiferentes

cuando el Señor nos tocaba con su poder de sanación.

Pidamos perdón al Señor.

(Pausa)

Señor Jesús, tú nos dijiste:

“Por supuesto; quiero que te cures”

cuando nos tocaste con tu mano que perdona.

R/ Señor, ten piedad de nosotros.

 

Cristo Jesús, tú nos dijiste:

“Desde luego; quiero que te cures”,

pero nosotros no te permitimos que nos tocaras

y que cambiaras nuestro corazón.

R/ Cristo, ten piedad de nosotros.

 

Señor Jesús, tú nos dijiste:

“Naturalmente; quiero que te cures”,

pero nosotros no nos hemos curado unos a otros.

R/ Señor, ten piedad de nosotros.

 

Impón tu mano sanadora sobre nosotros, Señor,

líbranos del contagio del pecado

y llévanos a la vida eterna.

 

Oración Colecta

Pidamos al Padre de todos

que nos acepte

y que nos ayude a aceptar a los otros.

(Pausa)

 

Oh Dios de misericordia y compasión:

Los auto-satisfechos rechazaron a tu Hijo;

los pecadores y los marginados lo aclamaron

y, con lágrimas y alegría, lo reconocieron

como a su Señor y su Salvador.

Y así pudo él sanarlos.

Ayúdanos a hacer lo mismo que hizo tu Hijo.

Envíanos, sin condescendencia alguna,

en busca de los hermanos débiles

para que recuperen su autoestima,

su esperanza y su coraje indestructible

para poder llegar a ser de nuevo plenamente humanos

como hermanas y hermanos nuestros.

Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor.

 

Primera Lectura: Levítico 13,1-2.44-46: Vivirá solo el leproso y tendrá su morada fuera del campamento

En el Antiguo Testamento, la gente estaba tan preocupada por su pureza exterior que, llevados por su celo, excluían de la comunidad cultual a personas con serias infecciones de la piel. Cristo insiste más bien en la pureza interior.

El Señor dijo a Moisés y a Aarón: “Cuando alguno tenga en su carne una o varias manchas escamosas o una mancha blanca y brillante, síntomas de la lepra, será llevado ante el sacerdote Aarón o ante cualquiera de sus hijos sacerdotes. Se trata de un leproso, y el sacerdote lo declarará impuro. El que haya sido declarado enfermo de lepra, traerá la ropa descosida, la cabeza descubierta, se cubrirá la boca e irá gritando: ‘¡Estoy contaminado! ¡Soy impuro!’ Mientras le dure la lepra, seguirá impuro y vivirá solo, fuera del campamento”.

 

Salmo 32: “Tú eres mi refugio; me rodeas de cantos de liberación”

R. (1a)  Perdona, Señor, nuestros pecados. 
Dichoso aquel que ha sido absuelto
de su culpa a su pecado.
Dichoso aquel en el que Dios no encuentra
ni delito ni engaño. R.
R. Perdona, Señor, nuestros pecados.
Ante el Señor reconocí mi culpa,
no oculté mi pecado.
Te confesé, Señor, mi gran delito 
y tú me has perdonado. R.
R. Perdona, Señor, nuestros pecados.
Alégrense con el Señor y regocíjense
los justos todos, 
y todos los hombres de corazón sincero 
canten de gozo. 
R. Perdona, Señor, nuestros pecados.

 

Segunda Lectura: 1 Corintios 10,31–11,1: “Sigan mi ejemplo como yo sigo el de Cristo”

Pablo insiste en que Cristo liberó a la gente de excesivas regulaciones de la Antigua Ley. Para los cristianos la caridad debe prevalecer donde algunos no comprenden todavía esta libertad.

Hermanos: Todo lo que hagan ustedes, sea comer, o beber, o cualquier otra cosa, háganlo todo para gloria de Dios. No den motivo de escándalo ni a los judíos, ni a los paganos, ni a la comunidad cristiana. Por mi parte, yo procuro dar gusto a todos en todo, sin buscar mi propio interés, sino el de los demás, para que se salven. Sean, pues, imitadores míos, como yo lo soy de Cristo.

 

Aclamación antes del Evangelio

Lc 7, 16

R. Aleluya, aleluya.
Un gran profeta ha surgido entre nosotros.
Dios ha visitado a su pueblo.
R. Aleluya.

 

Evangelio: Marcos 1,40-45: Se le quitó la lepra y quedó limpio

Para Jesús, los leprosos –y los pecadores– no son ya marginados sino personas a quienes tenemos que amar y a quienes, por amor de Dios, tenemos que reintegrar a la comunidad.

En aquel tiempo, se le acercó a Jesús un leproso para suplicarle de rodillas: “Si tú quieres, puedes curarme”. Jesús se compadeció de él, y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: “¡Sí quiero: Sana!” Inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio.

Al despedirlo, Jesús le mandó con severidad: “No se lo cuentes a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo prescrito por Moisés”.

Pero aquel hombre comenzó a divulgar tanto el hecho, que Jesús no podía ya entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera, en lugares solitarios, a donde acudían a él de todas partes.

 

Oración de los Fieles

En nombre de Jesús oremos al Padre de todos, que quiere que todos seamos felices, y que no rechaza a nadie que le suplica. Y digámosle: R/ Señor, escucha a tu Pueblo.

  • Por todos los miembros del Pueblo de Dios. Para que no nos aislemos del mundo ni erijamos muros que nos separen, sino que compartamos el amor de Dios con todos, roguemos al Señor.
  • Por nuestro país. Para que la preocupación por los débiles y los pobres sea nuestro honor y sano orgullo y para que todos trabajemos sin descanso por la justicia y la dignidad humana, incluidos especialmente los últimos y más desfavorecidos, roguemos al Señor.
  • Por las víctimas de discriminación, por los invisibilizados y excluidos, por los enfermos y los ancianos que viven solos. Para que, aun indefensos, confíen en Jesús, roguemos al Señor.
  • Por los enfermos incurables, por los que tienen que vivir bajo la presión de la sospecha, del descrédito o de la calumnia; por aquellos cuya auto-confianza se ha visto erosionada por el duro juicio de otros, por los excarcelados. Para que todos nosotros sepamos dirigirles palabras de sanación e inspirarlos con una nueva fe y una nueva esperanza, roguemos al Señor.
  • Por todos nosotros aquí reunidos. Para que seamos una comunidad en la que nos sostengamos y apoyemos unos a otros con el amor, bondad y respeto que el Señor nos mostró a todos, roguemos al Señor.

Señor Dios nuestro, escucha nuestras súplicas y danos un corazón suficientemente grande para acoger y amar a todos en nombre de Jesucristo nuestro Señor.

 

Oración sobre las Ofrendas

Oh Padre misericordioso:

Con el pan y el vino recordamos cómo nos has levantado,

por medio de Jesucristo,

por encima de nuestro sentimiento de culpa,

de nuestros miedos y de nuestro aislamiento

Que estemos dispuestos para compartir con todos

tu alegría, tu acogida y tu afecto

a causa de Aquel que compartió nuestra pobreza

y se hizo a sí mismo débil y humilde con nosotros,

Jesucristo, nuestro Señor.

 

Introducción a la Plegaria Eucarística

Nuestro Padre misericordioso nos ha llamado a todos por medio de Jesucristo, su Hijo, a ser uno, sin discriminación ni favoritismos, ya que él nos ama a todos. Expresémosle nuestra acción de gracias y nuestra alabanza.

 

Invitación al Padre Nuestro

Con Jesús nuestro Señor,

oremos al Padre de todos,

que hace brillar el sol por igual

sobre los buenos y sobre los débiles.
R/Padre nuestro…

 

Líbranos, Señor

Líbranos, Señor, de todos los males

y concédenos la paz y alegría

de vivir juntos en unidad y paz.

Que nuestras palabras

de bienvenida y de aliento

abriguen los corazones de nuestros hermanos y hermanas.

Ayúdanos a caminar juntos hacia ti

y a compartir nuestra fuerza con ellos,

para que nos dispongamos con esperanza creciente

a la gloriosa venida de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.

R/ Tuyo es el Reino…

 

Invitación a la Comunión

Vengan y participen en el banquete del Señor.

Este pan que hemos partido se destina a todos,

ya que el Señor es la Vida de todos sus seguidores.

Él no excluyó a nadie.

Aprendamos nosotros

a compartir nuestras vidas

en la alegría y en las tristezas,

en la riqueza y en la pobreza,

en la enfermedad y en la salud,

pues éste es Jesús, el Dios-con-nosotros.

R/ Señor, no soy digno…

 

Oración después de la Comunión

Oh Padre, lleno de ternura y misericordia:

Sentados a la mesa de tu Hijo hemos aprendido

a estar presentes los unos para los otros,

como él ha estado aquí presente con nosotros.

Que esta eucaristía nos anime

con un amor discreto e inspirador,

como un soplo de aire fresco.

Por Aquel que ha suavizado la dureza de nuestros corazones,

danos no solo disponibilidad

de compartir nuestras riquezas y nuestra pobreza,

sino también de acogernos unos a otros

y suavizar la dureza de nuestros corazones.

Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.

 

Bendición

Hermanos: ¡Qué súper feliz sería nuestra comunidad si pudiéramos aceptarnos plenamente unos a otros tal como somos! Sin condenar, sin juzgar ni envidiar, ni mirar con malos ojos; sin menospreciar a nadie ni intentar que los otros sean a nuestra imagen y semejanza… Más bien, edifiquémonos unos a otros a imagen y semejanza de Cristo. Y que la compasión y la misericordia permanezcan vivas en nuestras comunidades. Para ello, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros y permanezca para siempre.

El evangelio de hoy presenta una narración elaborada con el objetivo de dar una enseñanza de compasión y no discriminación. Jesús hace uno de sus habituales recorridos misioneros con la disposición de liberar y consolar cuando un leproso, con atrevimiento, rompe con la severa normatividad de la ley. Se acerca, se postra y suplica a Jesús que lo sane. Antiguamente, la postración significaba reconocimiento y reverencia; para el leproso representaba, principalmente, confianza y clemencia.

En el libro del Levítico, se describe que la lepra refería a varias enfermedades o infecciones de la piel que eran consecuencia del pecado. Por eso mismo, el leproso era aislado de la sociedad y recibía una sanción religiosa. En este contexto, el gesto de Jesús es osado porque no sólo se compadece sino que extiende la mano y lo toca transgrediendo normas de carácter sagrado. Jesús pide a la comunidad discipular que escuche la súplica de las personas injustamente marginadas y practique la compasión y la proximidad. Nos llama a ser portadores de Salvación especialmente para aquellas personas a quienes la enfermedad les está consumiendo la vida.

Jesús no se presenta tras ropajes finos ni encerrado en la religiosidad del Templo. Va por los caminos inspirando confianza y buscando, como dice San Pablo, «la gloria de Dios». Y la única manera de dar gloria a su Padre es dignificando la vida maltratada y desfigurada. El Señor no es un populista que busca adeptos. Quiere que cada persona descubra eso divino y sagrado que lleva en su interior y que, por muchas circunstancias, como la lepra, parece desfigurarse. Este es el paradigma de «la Iglesia en salida», a la que no debe importarle accidentarse y exponerse si se trata de vivir junto al pueblo sus luchas y necesidades.

La súplica orante del leproso también es paradigmática: «Si quieres, puedes limpiarme». Es una oración de confianza y abandono a la voluntad de Dios; no es exigencia ni capricho. “Señor, si quieres, que sea posible, que yo pueda ser testigo de tu providencia y amor compasivo.” O, como rezamos en tantas ocasiones en el Padre Nuestro: «Hágase tu voluntad…».

La sociedad actual también toma distancia o se comporta con indiferencia frente a los grupos humanos que son estigmatizados. Cabe preguntarnos desde nuestras comunidades eclesiales: ¿Quiénes son hoy los leprosos en nuestro mundo? ¿Cómo es nuestro trato para con estas personas? Y de la misma manera: ¿Cuáles son nuestras propias lepras? ¿Cómo evitar que la lepra me aisle y me termine consumiendo? Supliquemos a Jesús que visite nuestra realidad para que, con su misericordia y su amor, seamos capaces de vencer todo aquello que nos impide vivir perdonados y reconciliados.

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